Luis Antonio Zúcoli, José Egozzi Bejíes y Alberto Hernández Rubí fueron reos mexicanos con la única condición en común de coincidir en hora, lugar y protocolo de escape con un capo no tan olvidado. Se trata del cubano Alberto Sicilia Falcón, el cual planificó execrable pero ingeniosamente el plan de fuga del “Palacio Negro”, sobrenombre afectivo de la cárcel de Lecumberri en la que se encontró por un período aproximado de un año.
El naturalizado mexicano fue criado en Matanzas, con fecha de nacimiento citada el 30 de abril de 1945, aunque escogió el exilio (o la emigración profesional, por donde se mire) en México, tierra y compañías que lo esculpieron como uno de los primeros narcotraficantes a gran escala, durante el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970). Los motivos de su marcha abarcan un gran número de acusaciones dictaminadas por las autoridades cubanas por conducta desordenada, vandalismo, sodomía y homosexualidad en su etapa adolescente, y el arribo de Fidel Castro y la Revolución, a la que se contraponía fervientemente. Previo a su llegada a tierra azteca, se estancó brevemente en Miami desde donde impulsó conspiraciones contra la nueva filosofía cubana y se agenció a grupos ya establecidos con tal propósito.
El escritor James Mills desglosó y realizó un análisis detallado, en el libro “El Imperio Subterráneo”, de los disimiles perfiles psicológicos de los más reconocidos responsables del tráfico de estupefacientes en la época. Desde dicha plataforma, asevera que Sicilia Falcón poseía una “innata facilidad psicópata para cambiar una carcajada por un rictus feroz, para descargar su pistola ante algún enemigo o ex-amigo, o para escaparse espectacularmente de la cárcel”. Sujeto del terror y la admiración de muchos, el “Barón del Delito” se deleitaba con presenciar e incluso ejecutar torturas y asesinatos a sus contrincantes; por ende, era famoso por su sangre fría y por sus opulencias desproporcionadas y extravagancias, tendencias manifestadas en sus autos, yates y residencias, todas configuradas bajo blindaje.
Sus celebraciones, siempre provistas de Dom Perignon y opiáceos a gusto, eran blanco de la atención de grandes actores y actrices, empresarios, políticos y policías de los aparatos de inteligencia del gobierno, puesto que, como sobornador, se caracterizaba por ser muy generoso (incluía joyas, pagos sustanciosos y autos deportivos). Se los podía permitir: sin contar su participación en el mercado negro de la industria armamentística, las sumas mensuales que le reportaba el tráfico de drogas en suelo norteamericano se remontaban a unos veinte millones de dólares americanos.
Fue detenido en julio de 1975, en una de sus propiedades en la Ciudad de México en la calle Nieve 180 de la lujosa colonia Pedregal, para luego ser trasladado a uno de los recintos de contención criminal más crueles del país. Entre estancia y estancia, fue sometido a torturas con el fin de lograr una confesión de sus respectivos crímenes y sus supuestos intercambio de información con la CIA.
Durante los meses de encarcelamiento, articuló una gran estrategia de fuga gracias a su influencia y recursos, semejante a la que realizaría Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera cuarenta años más tarde. Emboscando a los guardias, un helicóptero soltó una soga hasta el patio del penal y se aseguró libre, hasta que fue recapturado semanas después y devuelto a la cárcel.
El 26 de abril de 1976 fue descubierto un túnel de 40 metros de largo y 80 centímetros de diámetro que llegaba desde el corredor de la cárcel hasta una casa localizada en la calle de Tercera Cerrada de San Antonio Tomatlán, en el D.F. La artimaña contó con una sofisticada cartera de soportes de acero, planos del complejo y utensilios de excavación, todos encontrados en la vía. En ambas ocasiones, Sicilia Falcón había logrado el escape cuando los custodios notaron la maniobra y les fue posible reaccionar.
Fue encontrado una vez más y condenado a veinte años, que cumplió parcialmente en la instalación de máxima de seguridad de La Palma, de donde salió libre en 1999 a los 75 años de edad.
Con importantes centros de tráfico bajo su cargo como Guadalajara y Tijuana, Alberto Sicilia Falcón fue retratado en la serie de la cadena Netflix Narcos como un personaje bisexual, con amantes como la actriz Irma Serrano, despiadado y temerario.