No lucen llamativas ropas de marca, ni tienen el encanto de las que practican la más vieja de las profesiones por moneda dura. No usan joyas de oro ni perfume Chanel. Tan solo son unas pobres tipas que en el mejor de los casos se aplican un poco de talco Suchel o huelen a colonia barata. Visten ajustado, enseñan más de lo normal, y utilizan gran cantidad de maquillaje. ¡Así son las putas en moneda nacional en Cuba!
Algunas se bajan del tren en horas de la mañana y, antes que “apriete el indio», ya están buscándose el pan con lo que hacen.
Un ejemplo de esto es caso de Yanelis, una mulata indiada oriental de unos 22 años, que viajó desde su natal Guantánamo hasta la capital para ponerse a “luchar”.
Su vida es una especie de pequeño infierno. No llegó a conocer a sus padres y apenas tiene algún recuerdo grato de su infancia. Sus abuelos maternos hicieron todo lo que estuvo en sus manos por ella, pero a Yanelis su cabeza a duras penas le dio para terminar el séptimo grado. No obstante, su piel color café con leche y su cuerpo de finas curvas, despertaban sensaciones entre los hombres.
“Vine para La Habana, porque aquí es más fácil desenvolverse y luchar cuatro pesos. Esta es la tercera vez que vengo, la policía me ha mandado de vuelta en dos ocasiones e incluso estuve un año y medio presa. En mi pueblo la situación está hirviendo. Yo no tengo, ni quiero tener ninguna otra forma de buscarme los pesos. Para otras puede que sea difícil, pero esto es lo más fácil que puedo hacer para sacar unos cuantos dólares. Allá en mi pueblo tendría que ponerme a recoger café en las montañas o limpiar las mesas de alguna cafería y… ¡No me parece!”, cuenta.
Yanelis, junto a varias compañeras del oficio, tienen rentada una pequeña habitación de escasas condiciones que les sale a unos 2500 pesos por persona. En una jornada buena, ella saca entre 750 y 1500 pesos. Si metiésemos lápiz al asunto, tendría que acostarse con 8 hombres ya que, por media hora de un “apurado polvo”, sus honorarios son de 350 CUC.
Empezó en sus asuntos en las inmediaciones del Parque de la Fraternidad, justo en el corazón de La Habana. Solía merodear los alrededores de la “famosa” esquina de Monte y Cienfuegos, el primer mercado sexual barato que surgió en Cuba, por allá por el año 1966. No le fue nada mal, pero a cada rato se llevaba un buen susto durante los operativos policiales sorpresivos en la zona.
En la actualidad, se ha vuelto un punto fijo en un sitio en los alrededores de la Autopista Nacional. A ese lugar, llegan los tipos en motos o autos para dar rienda suelta a sus apetitos sexuales.
Allí pueden encontrarse algunas mujeres como Yanelis, prestas a explicarle “el menú y el precio de cada plato”.
“Una felación son 250 pesos, una masturbación 300 y la completa sale en 500 pesos. Si dejan algunos pesos más puede ser que hasta puedan tener sexo «por atrás». Quienes buscan algo más específico, pueden llevarse un par de muchachitas al platanal para que se monten un cuadro lésbico bajo las estrellas por 2000 pesos”, cuenta Yanelis.
En el argot popular se les conoce como “Chupa-chupa” y no tienen ni de lejos la belleza, porte y astucia de esas jineteras que se la han “dado con maldad” a ibéricos e italianos, quienes luego de perder la cabeza se han casado con ellas para llevárselas del país.
Yanelis no vive pensando en el futuro, para ella eso es un tema vedado. Para ella, solo importa el presente y, aunque en ocasiones sueña con una familia, un esposo y varios hijos, no pasa mucho tiempo para que vuelva a poner los pies en la tierra y viva la realidad que le tocó vivir, y que no tiene ni la fuerza, ni el deseo de cambiar.