La primera vez que Yanisé se fue a la cama con un hombre por dinero, experimentó sensaciones encontradas.
“Me tuve que bañar tres veces. Tal parecía como si lo que quisiera en aquel momento era corregir mi pecado. No obstante, con los 150 dólares que me dejó encima de la mesa de la habitación pude comprarle pollo, carne, queso y jamón a mi familia. Cuando aquello yo tenía 19 añitos y a pesar que tenía buen cuerpo y era muy bonita, lo cierto es que estaba pasando más necesidades que un forro de catro. Tuve que dejar a un lado el puritanismo y comencé a vivir de otra manera”, cuenta Yanisé, quien ya lleva más de dos décadas en el “negocio”.
Que la prostitución es el oficio más antiguo eso ya es agua pasada. Los expertos puede que den mil y una explicación para justificar los motivos que llevan a practicarla, pero lo cierto es que en todas puede encontrarse el rastro del dinero.
En Cuba, desde siempre, han existido mujeres que viven de su cuerpo, bayús legendarios y prostitutas cuyo nombre ha sonado. Sin embargo, con la llegada de Fidel Castro al poder en 1959, estas mujeres tuvieron que poner en práctica nuevos modus operandis.
Algunas mujeres que practican el “oficio” en otros países cobran por hora y punto. No obstante, las cubanas tienen dos grandes objetivos: cazar a un “yuma” con los bolsillos abultados y dos; salir de la Isla vestidas de blanco.
A estas mujeres se les conoce como “jineteras”, un término que también es sinónimo en el argot popular de pillaje y oportunismo. Es posible “jinetear” a un pariente en Estados Unidos para que te envíe unos cuantos dólares y un teléfono moderno, o a un conocido para que te pague unas cuantas cervezas.
Las jineteras en la Isla ya son tantas que la cifra asusta. En prácticamente cualquier sitio se pueden encontrar y, es bastante común que en una noche de tragos se termine llamando a un par de ellas para montarse un “trío” o hasta un “cuadro”.
La oferta es muy variada. Existen las llamadas “matadoras de jugada” que cobran 500 CUP por la noche, hasta las refinadas que visten elegantemente y deslumbran a todos en cuanta recepción estén presentes.
Yanisé está en este segundo grupo, ya que se graduó de abogada y tiene una formación y cultura digna de un universitario. Sin embargo, solo ejerció su profesión durante los dos años de servicio social.
“Una amiga de la universidad fue quien me embulló a salir a “luchar” con ella. No nos fue mal. Era una mezcla de placer, conocer lugar inalcanzables para el cubano de a pie y comer carne de todo tipo. Aquello era un lujo para cualquier joven de familia humilde”, cuenta.
Ella estaba consciente que la belleza física no dura para siempre, por lo que siempre su plan fue “pescar” a algún turista con el que tener una relación más o menos seria.
Su momento supuestamente llegó con un italiano que le prometió villas y castillas y se la llevó a Roma, pero una vez allí su príncipe azul desapareció y en su lugar hizo acto de presencia un vulgar proxeneta que la obligó a atender “clientes” todas las noches.
“Él amenazaba con matarme si llamaba a la policía. Siempre te enganchan con el mismo cuento: cuando termines de pagar todo lo que han invertido en ti, entonces te dejarán libre, pero esa cuenta nunca llega a saldarse”, cuenta.
Yanisé conoció en Italia a no pocas mujeres cubanas que también vivían de su cuerpo y que habían sido engañadas con la promesa del amor eterno.
Finalmente puede escapar a Cuba y con el dinero ahorrado se montó una peluquería con la que actualmente se busca la vida.
“Siempre quise trabajar en lo que había estudiado, pero con aquel salario nunca hubiese podido salir adelante. Las cosas en Cuba cada vez están peor”, concluye.