Por décadas llevar una prenda de vestir que hiciera la más ligera alusión a la bandera de los Estados Unidos se consideraba una herejía en Cuba. Cualquiera que lo hiciera se arriesgaba a recibir una fuerte reprimenda por exhibir “símbolos extranjerizantes”. Sin embargo, los tiempos han cambiado y vestir con la bandera de las barras y las estrellas se ha convertido en moda para los cubanos.
Shorts, pulóveres, gorras, pañuelos y todo tipo de accesorios con la bandera americana usan hoy los cubanos con total desparpajo, ante las miradas indiferentes de las autoridades.
Hasta las campañas de tipo “ideológico” que se realizaban antes contra la práctica han desaparecido del escenario nacional.
El por qué los cubanos usan cada vez más la bandera de los Estados Unidos en sus prendas de vestir es muy sencillo: porque ya pueden hacerlo sin que nadie los recrimine por ello y lo que por mucho tiempo fue prohibido suele ser, al permitirse, lo más dulce.
La campaña contra la exhibición pública de la bandera americana comenzó en Cuba en los primeros años de la década de 1960 cuando las relaciones entre la Isla y su poderoso vecino del norte cayeron a cero.
La enseña nacional de los Estados Unidos fue retirada de todos los edificios públicos, pues representaba la máxima expresión del pasado capitalista y era incompatible con el “hombre nuevo” que quería crear la Revolución.
Cualquier alusión a la grandeza de los Estados Unidos era mirada con animadversión por las autoridades cubanas y los sospechosos de profesar simpatía a los valores norteamericanos eran acusados de padecer “problemas ideológicos”.
Música, arte, literatura, todo lo que tuviera que ver con el enemigo del Norte fue arrancado de cuajo. Vestir entonces con una bandera americana era, sencillamente, una locura.
La caída del campo socialista, la desaparición de la Unión Soviética y la crisis del Marxismo abrieron la brecha y los cubanos comenzaron a pensar distinto, a atreverse más.
El águila y las barras y las estrellas regresaron a la Isla, primero de forma tímida, camufladas bajo la ropa o en logos de marcas comerciales; hasta que pudieron revelarse en todo su esplendor y conquistar las calles de la Isla.
Jorge García, un joven de 26 años que estudia Medicina en La Habana, no ve nada extraño en la afición de los cubanos por la bandera americana. Por décadas, tras la desaparición del CAME, la influencia cultural de los Estados Unidos sobre Cuba ha sido avasalladora: Películas, música, serie, modas, costumbres. De ahí que la adopción de los símbolos de ese país por parte de los habitantes de la Isla, como algo “cool” y que los hace sentir orgullosos sea lo “más normal del mundo”.
A la extensión del uso de la bandera de Estados Unidos como prenda de vestir o accesorios en la Isla, contribuyó también enormemente el proceso de normalización de relaciones que comenzaron los gobiernos de Raúl Castro y Barack Obama.
Los cubanos creyeron que los estadounidenses comenzarían a llegar en masa a la Isla y quisieron sumarse a la celebración. Hasta en los CDR aparecieron banderas de los Estados Unidos.
Penosamente la bandera de Cuba no goza de igual preferencia entre los cubanos que viven en la Isla, sobre todo entre las nuevas generaciones.
Uno de los “éxitos” más grandes que ha tenido el Gobierno desde 1959 ha sido que muchos cubanos identifiquen los símbolos nacionales con los poderes del Estado.
Pero eso ha provocado que también, lastimosamente, muchos desprecien lucir la Bandera de la Estrella Solitaria; la de Céspedes, Maceo y Martí.
Muchos se abstienen de colgar una bandera cubana del balcón por temor a que crean que son afectos al Gobierno o “chivatones”; cuando esa es una costumbre que tiene que ver más con la República que con la Revolución.
Tampoco las autoridades ayudan. Las prendas de vestir que llevan la bandera cubana se comercializan a altos precios y están destinadas a los turistas.
Para los cubanos resulta más fácil y barato importar del fin del mundo un suéter con la bandera de Gran Bretaña, Brasil o Estados Unidos que adquirir uno en Cuba con la enseña nacional.
Al final los precios establecen también las tendencias de la moda, sobre todo entre los que tienen poder adquisitivo.