Cada vez son más las cubanas que deciden no tener hijos, o postergan la decisión hasta el último momento posible. Sucede que tener hijos es un oficio muy duro en las condiciones actuales del país cuando el salario no alcanza.
Bien lo sabe Ana, una joven madre que, a poco de terminar su carrera universitaria se decidió a ser mamá. No lamenta su decisión, pero considera que, de haber sabido todo lo que le esperaba, hubiese postergado un poco la llegada de su hijo.
Ya durante el embarazo comenzaron las luchas con el consultorio y la Oficoda para poder acceder a la dieta de carne a la que tenía derecho; que, por demás, le alcanzaba sólo para un par de comidas al mes.
Luego llegaría el shock de la canastilla. El Estado cubano, que se muestra tan preocupado por la baja natalidad y el envejecimiento poblacional, apenas le entregó dos pomos plásticos, un juguete para el niño, un blúmer, un par de medias, dos toallas, un juego de sábanas, diez metros de tela antiséptica y diez culeros.
Todo esto, junto, no alcanza ni para el primer mes de vida de un bebé.
Ante esta situación no queda más remedio que acudir a las tiendas en divisas, donde toda la mercancía relacionada con bebés y niños pequeños se comercializa a precios del primer mundo; o a la ayuda de familiares y amigos que hayan guardado parte de la ropa de sus hijos.
Una vez nacido el niño hay que abastecerlo constantemente de toallitas húmedas y culeros desechables, que no sólo hacen más confortable la vida del bebé, sino también la de los padres; pero que en ocasiones escasean en el mercado y no son, además, nada baratas.
A eso se le suma que mantener un bebé con la licencia de maternidad resulta imposible. A las embarazadas sólo se le pagan íntegros los tres primeros meses del bebé.
A partir de ese momento y hasta que el niño cumple el año recibe sólo el 60 % de su salario. En un país, donde el salario promedio ronda los 2500 pesos mensuales, esto resulta una miseria.
Y si la madre desea reintegrarse a la sociedad las tiene negras, pues los círculos infantiles ni se acercan a cubrir la demanda existente.
En ocasiones el círculo les llega a los niños cuando han cumplido ya 3 ó 4 años. La única opción que queda entonces es acudir a alguna guardería o cuidadora en el sector privado lo que multiplica los gastos, pues los padres deben proveerlo todo.
Ante tantas vicisitudes muchas madres pierden el vínculo laboral por muchos años y deben empezar de cero. Sin embargo, las autoridades cubanas insisten en la necesidad de aumentar la tasa de natalidad y se cuestionan por qué las jóvenes cubanas son tan malagradecidas que no quieren parir.