Que una enorme cantidad de profesionales en Cuba reciben salarios mensuales de 2500.00 pesos (25 dólares en el mercado informal) para sobrevivir o menos no es ninguna mentira, aunque a algunos les pueda parecer increíble.
Un ingreso de 25.00 dólares mensuales colocaría a cualquier ciudadano de cualquier país por debajo del límite de la pobreza extrema.
Sin embargo, las instituciones internacionales colocan a Cuba entre los países de América Latina con menos habitantes en pobreza extrema y con uno de los índices de desarrollo humano de los más altos del hemisferio.
Una contradicción muy difícil de entender por todo aquel que no hay vivido en Cuba y no comprenda cómo funciona hacia adentro el país.
Las personas logran sobrevivir en la Isla con el salario promedio más bajo de América en buena medida gracias a los subsidios estatales. Todos en Cuba, sin importar sus niveles de ingreso, se sirven de una forma u otra de esta ventaja.
En primer lugar los cubanos disfrutan de salud y educación universales y gratuitas; y, aunque los medicamentos escasean, estos se comercializan a muy bajos precios cuando aparecen en las farmacias.
Algunos servicios públicos, aún siendo deficitarios, se encuentran fuertemente subsidiados. Abordar un ómnibus público en La Habana cuesta apenas 2 pesos (unos dos centavos de dólar), lo que convierte su precio en algo casi simbólico en comparación con otros medios de transporte de la Isla que operan bajo la ley de la oferta y la demanda.
Igual sucede con los productos que reciben los cubanos a través de la libreta de abastecimiento (una cartilla de racionamiento que impuso el Gobierno cubano en la década de 1960 para repartir los productos equitativamente).
Lo penoso es que las mercancías que por ella reciben los habitantes de la Isla se han ido reduciendo a lo largo de los años hasta quedar en casi nada y los cubanos deben comprar la mayor parte de sus alimentos en el mercado libre, bajo la ley de la oferta y la demanda.
Un gran alivio económico para los habitantes de la Isla resulta que – en su inmensa mayoría – son propietarios de las casas en las que viven, lo que los libera de tener que pagar renta.
Sin embargo, esto resulta un arma de doble filo, pues si bien no tienen esa preocupación, los magros salarios (que apenas alcanzan para mal comer) les impiden acometer reparaciones sobre los inmuebles, lo que ha provocado que la gran mayoría se encuentren en mal estado.
Esto es particularmente alarmante en los edificios de las grandes ciudades que se acercan a los cien años de existencia o los sobrepasan.
Los más afectados por los bajos ingresos son, como siempre sucede, los sectores más vulnerables de la sociedad: los ancianos y los discapacitados.
A ellos les resulta mucho más dificultoso poder obtener ingresos extras y han visto reducidas a la mínima expresión las ayudas que reciben por parte del Estado.
Después de una vida de trabajo los jubilados cubanos se ven obligados (como muchos discapacitados) a convertirse en vendedores ambulantes para poder sobrevivir.
Así viven los cubanos con 25.00 dólares al mes… si a eso se le puede llamar vida.