Como en todos los países del mundo medianamente organizados, en Cuba los impuestos que recibe el Estado están destinados al sostenimiento del propio aparato estatal, las actividades presupuestadas y las obras públicas. Al menos eso es lo que estipula la ley.
El auge de la pequeña empresa nacional y la inversión extranjera ha llevado a que más de la mitad del presupuesto nacional cubano provenga hoy directamente de las cargas tributarias.
De ellos, más de 4 000 millones de pesos aportados por los cuentapropistas y las cooperativas, mucho más eficientes que la deprimida empresa estatal.
Sin embargo, a pesar de ser grandes contribuyentes al presupuesto del Estado y a más de seis años de aprobada la Ley 113 del Sistema Tributario, tanto los pequeños empresarios como los cooperativistas continúan siendo profundos desconocedores de esta normativa.
Para ellos el Estado es sólo un ente parásito que les aumenta constantemente los impuestos y dudan que estos sean reinvertidos en obras pública o en la seguridad social, pues no perciben que estos mejoren a pesar de que cada día pagan más.
Ante el mal estado de las escuelas, hospitales, hogares de ancianos, servicios públicos y vías de comunicación en Cuba, cada vez son más los ciudadanos que se preguntan qué destino toman los miles de millones que cada año entregan al Estado cubano en forma de impuestos.
Una preocupación que al parecer le importa bien poco a los que se encargan de manejar esas sumas, pues nunca se han tomado el trabajo de explicar en detalle en que se invierten los impuestos que recauda el Estado cubano y cómo se distribuye entre las actividades presupuestadas para el beneficio común de todos los cubanos.
Para ellos, que actúan como dueños y señores de las arcas del país, aquellos que las llenan no tienen ningún derecho de conocer, y para el caso ni preguntar, a dónde van a parar sus caudales.
Como nada se explica, lo único que percibe el taxista privado es que sigue circulando por calles llenas de baches; el dulcero que, ante cada escasez le limitan los huevos; y el dueño de la cafetería que no le recogen la basura de la esquina.
En contraste con las escasas obras sociales y públicas que se realizan en el país, el gobierno cubano ha anunciado la construcción de grandes hoteles sólo con “capital nacional”.
Megaproyectos que cuestan cientos de millones y que casi siempre son gestionados por empresas asociadas a las Fuerzas Armadas.
Lo que no se dan por enterados la inmensa mayoría de los cubanos que no pagan impuestos y sobreviven al día con sueldos de hambre es que el marco legal para hacerlos pagar al fisco por sus ingresos personales existe y que sólo es cuestión de tiempo que les hagan tragar tan amarga píldora.
Quizás entonces se interesen por lo que hacen los funcionarios cubanos con su dinero y porque los únicos barrios que mejoran en Cuba son siempre los mismos.
O a lo mejor no se lo preguntan y siguen como hasta ahora en el enorme desconocimiento que tan alegres les permite vivir a los que manejan el dinero de otros.