Se ha dicho y redicho que antes de 1959 Cuba era una potencia ganadera. Y es cierto, lo demuestran los censos que se efectuaron en la República, a pesar de que los hacendados y campesinos no declaraban el número real de reses que poseía… por eso del fisco, se sobreentiende. ¿Qué sucedió? Sencillo, llegó el Comandante y mandó a parar.
De hecho, la abundancia de ganado en Cuba venía de varias centurias. La cría extensiva de reses fue el principal negocio de los hacendados de la Isla durante los siglos XVI y XVII. Aunque la introducción del cultivo del café y, sobre todo, del azúcar, restó impulsos a la ganadería, esta actividad económica continuó siendo muy importante durante la colonia.
Los cubanos siempre tuvieron buena mano para la ganadería. Lo demuestra la recuperación acelerada de la actividad tras el fin de la Guerra del 95 en la que los beligerantes, literalmente, se zamparon todas las vacas disponibles.
Según el Censo Ganadero de 1953 (del que se publicó una extensa y pormenorizada Memoria) reveló que en ese año existían en Cuba, 89 934 fincas de crianza.
Cada año los éxitos de estas se mostraban en las ferias ganaderas de Rancho Boyeros, a donde iban a exponer y hacer negocios los mejores criadores del país y del mundo.
Pero la rueda de la historia comenzó a girar en sentido contrario a partir de 1959. Si en 1957 existían 0.84 cabezas de ganado por habitante, 50 años después esta proporción había descendido hasta 0.36.
De 5 325 000 reses a finales de la década de 1950 se descendió a 4 045 900 en la actualidad. La disminución no parece drástica, pero el problema es que el país tiene casi el doble de habitantes que en el momento de triunfar la Revolución; y con el número de cabezas de ganado existentes no se puede alcanzar ni un mísero vaso de leche por persona.
Leche que, durante la década de 1950, se llevaba ya pasteurizada de puerta en puerta. Ese sistema de distribución le pareció irracional al nuevo poder de la Isla y en 1960 se suspendió la distribución de leche a las casas y se crearon los llamados “puntos de leche”.
El problema fue que, con el paso de los años, dejó de existir la leche para enviar a los puntos.
Las vaquerías fueron expropiadas y la cuenca lechera de La Habana, por ejemplo, pasó a mejor vida.
En sus tierras, que antes producían casi toda la leche de la capital, se construyeron el Parque Lenin, el Zoológico Nacional y Expocuba. Todo muy lindo e instructivo.
Los terrenos que quedaron fuera de estos “planes de desarrollo” se cubrieron de marabú… Y así hasta hoy.