Maritza afirma que el acoso sexual contra las féminas en Cuba es una práctica común ante la que existe una total indiferencia por parte de las autoridades.
Recuerda que, cuando apenas tenía 13 años, un vecino de confianza y muy amigo de la familia la invitó a pasar a su casa; y cuando lo hizo, descubrió que estaba completamente desnudo.
El acoso sexual en Cuba, asegura, lo empiezan a sufrir las niñas desde que van a la escuela. Los varones les miran los blúmeres con espejitos, las rescabuchean en el baño, les levantan la zaya.
Para los padres de estos y no pocos maestros se trata sólo de “muchachadas”, pero la indiferencia generalizada van afianzando patrones de comportamiento hasta convertir el acoso en conducta.
Por supuesto que el acoso en la Isla no es asunto nuevo. Decirlo sería ignorar la historia.
Ya los conquistadores españoles dieron cuenta de un buen número de aborígenes cuando conquistaron la Isla, sin importarles que fueran casadas o no, o que se infringieran las normas de la cristiandad.
Luego el relajo siguió en los barracones con las esclavas y así sucesivamente.
La cultura machista de la Isla ha considerado siempre que el tener a una mujer como subordinada le otorga al jefe cierto derecho de pernada; y féminas que trabajan como secretarias o enfermeras han sido señaladas siempre de forma injusta como “mujeres fáciles” y sufrido acoso en su ámbito laboral.
En Cuba el acoso no es un rezago del pasado, ni entiende de razas o ideologías. Lo mismo lo practica un secretario del Partido que el dueño de una paladar.
Desafortunadamente los medios estatales jamás se hacen eco de este tipo de problemas, porque al remover una gaveta llena de cucarachas es imposible evitar que te caminen por encima.
Animar a un debate nacional sobre el acoso sexual expondría muchos esqueletos que tienen guardados en el clóset unos cuantos por ahí y eso no conviene.
Prueba de que el acoso poco tiene que ver con la ideología es el hecho de que, dentro de la disidencia cubana, que se presume moral y lucha por la igualdad, las mujeres han sido también ultrajadas por sus colegas masculinos.
La única diferencia con la secretaria de cualquier ministro es que estas sí se han atrevido a denunciarlo públicamente.
Al final, en un país donde las mujeres, a pesar de todo lo que han avanzado, continúan en una posición subordinada, el acoso se revela como una mezcla de miedo y necesidad económica.
Muchas ceden a los deseos de los acosadores por miedo o por no perder las ventajas de que disfrutan en determinada posición. En muchas ocasiones por las dos cosas.
A criterio de una profesora jubilada, sobre el acoso existe total impunidad en Cuba y seguirá siendo así por mucho tiempo, mientras la sociedad cubana no se quite la careta.