Durante la década de los 90, el pueblo cubano se vio obligado a vivir algo que Fidel Castro llamó “período especial”, el cual fue el resultado de la caída del campo socialista.
En aquel momento, no fueron muchos los que llegaron a avizorar el problemón que se les venía encima. Sumidos en lo que fue una de las mayores depresiones políticas y económicas vividas en la mayor de las Antillas, los cubanos se vieron obligados a valerse de las más ocurrentes vías para lograr sobrevivir.
La escasez, las enfermedades y sobre todo el hambre, dieron pie a no pocos inventos que, aun después de mucho tiempo, no se han podido dejar atrás.
Alexis Gámez es un joven al que la vida lo ha llevado a hacer de todo un poco. En la actualidad, se desempeña como informático, mecánico de motorinas y le mete el pecho a cualquier otra cosa que pueda dejar algunos pesitos.
“Vivir en Jagüey Grande no es nada fácil, aquí las posibilidades siempre han estado muy limitadas. Cuando llegó el período especial todo se puso incluso peor”, cuenta.
“Una de las cosas que más nos afectan a los cubanos es el insoportable calor. La única solución para sentirse a gusto en casa es tener un aire acondicionado. No obstante, los precios son tan elevados que a menos que uno reciba dinero de afuera, tenga un negociazo o robe a las dos manos, no es posible adquirir un equipo de este tipo”, cuenta Alexis, quien en una ocasión mientras hojeaba una revista descubrió una manera artesanal de hacer un equipo de enfriamiento casero con elementos reciclables
Muchos de los materiales eran bastante de complicados de conseguir, por lo que no le quedó más remedio que echar mano a su ingenio para llevar a cabo su empresa.
La revista señalaba la utilización de un cargador solar, un ventilador de conexión USB, un codo de PVC y unas bolsas de gel congeladas. Sin embargo, Gámez tuvo que arreglarse con dos cubetas plásticas, gel casero, un fan de computadora y un cable normalito de electricidad.
“No eran los instrumentos adecuados, pero logré tener mi aire acondicionado ‘Made in Jagüey Grande’. No quedó tan estético como los de la tienda, pero me refresca en las noches de calor”, comenta orgulloso Alexei.
Otra de sus genialidades es un torno fabricado con piezas recicladas que nada tienen que ver con la tornería. Una caja de velocidad de guagua, una bancada de una combinada cañera, un reductor de vagones de tren y algunos tubos fueron suficientes para conformar la deseada estructura.
Los inventos de Alexei no quedaron ahí, ya que luego se dio a la tarea de crear una chapeadora criolla. Para ello, empleo el motor de la secadora de una de las inmortales lavadoras rusas, unos pocos tubos, dos ruedas hechas de planchuelas y un cable telefónico de exteriores que logró recuperar.
“Lo que me ha movido a crear toda esta serie de inventos no ha sido otra cosa que la necesidad de utilizarlos, además de la difícil manera de hacerse de estos artefactos por los elevadísimos precios que tienen con respecto a la mayoría de los bolsillos de los cubanos de a pie”, asegura Alexei a quién también se le ve orgulloso de su trabajo.
Cuando la crisis económica aprieta, siempre sale a la luz el poder creativo y el ingenio de los cubanos. Es una simple cuestión de supervivencia y los seres humanos las inventan en el aire cuando se ven entre la espada y la pared. Alexei Gámez es tan solo un cubano entre los millones que día a día batallan con el reto de cómo seguir adelante.
Texto y fotos: Manuel Díaz Mons. Fuente: Cubanet.