Aunque parezca absurdo, hay momentos y sectores en los que la calificación puede ser todo un impedimento en Cuba para buscarse la vida y ganar un salario.
Lo saben los médicos que, mientras más se especializan, menos pueden disponer de su destino y de un buen salario; y lo saben los trabajadores del sector del turismo, en el que no hay que ser un genio para ganar dinero y hasta causa inconvenientes ser mejor de lo que se necesita.
Esto último lo sabe bien Yaisel, quien apenas se graduó de Comunicación Social en la Universidad Central de Las Villas se fue a trabajar al departamento de recursos humanos de un hotel de la Cayería Norte con un modesto salario.
Su carrera le gustaba, pero tenía muy claro, que los gustos no ponen comida en la mesa y dinero en el bolsillo. Por eso su plan fue desde el principio terminar su servicio social a la vez que se preparaba y hacía relaciones para poder colocarse como dependiente u otro puesto en el hotel en el que estuviera en contacto directo con los turistas.
Un plan que puso en marcha desde que estudiaba en la universidad, cuando, de forma paralela pasó cursos de inglés, gastronomía y todo lo necesario para estar preparado cuando llegara su momento.
En el hotel en el que venció el servicio social trabajó fuerte y bien. Sus jefes estaban encantados y querían que se quedara en el departamento de recursos humanos y hasta le propusieron un carro.
Pero Yasiel tenía claras sus metas. Un auto y 3200 pesos cubanos como salario al mes no le iban a permitir salir adelante en la vida.
Al final iba a terminar cayendo en ilegalidades o “inventando” para buscar dinero, como tantos y tantos. Así que dio que no, dio las gracias por todo y consiguió empleo como dependiente.
Para ello tuvo que esconder su título universitario y mostrar sólo el de 12mo grado, pues el ministerio del Turismo prohíbe que los puestos de menor calificación sean ocupados por universitarios.
Una regulación que refleja en gran medida el desbarajuste económico de la Isla porque cualquier mesero de la Cayería Norte gana en un mes sólo en propinas lo que un médico en un año.
Cierto que como dependiente no puede cumplir las ambiciones profesionales que todo estudiante se proyecta en la carrera cuando cree que se va a comer el mundo; pero en todo lo demás le va muy bien y no se queja.
Ha modernizado su apartamento de microbrigadas y en la temporada alta del turismo, de noviembre a mayo, se va a su casa con entre 20.00 y 100.00 USD gracias a la generosidad de los turistas.
No obstante reconoce que la competencia entre los mismos trabajadores es muy dura, pues Cuba está muy lejos de ser el paraíso de la clase obrera que vende su Gobierno.
En el hotel los dependientes buscan la forma de quitarse el trabajo los unos a los otros y poner a los compañeros en mala con los jefes; mientras el personal de seguridad los extorsiona para que les resuelvan botellas buenas o cualquier otra cosa que puedan vender.
“Yo no estaba acostumbrado a eso… pero he sobrevivido”, expresa Yaisel quien trabaja en el buffet de su hotel. Y, aunque a veces siente nostalgia por no haber podido dar rienda a su vocación, mete la mano en el bolsillo y se le pasa.