Matando la jugada… los prostíbulos clandestinos en La Habana

Redacción

Matando la jugada... los prostíbulos clandestinos en La Habana

En buena parte de los barrios habaneros existe al menos uno de estos sitios conocidos como “matadero”. Incluso en aquellos con más densidad poblacional como La Habana Vieja o Centro Habana, la cifra pudiera llegar a ser extremadamente alta. El nombre nada tiene nada que ver con lugares en los que se sacrifican animales, sin embargo, las “labores” que en ellos se practican los vuelven bastante semejantes al universo de los matarifes.

El término “matadero” no es ajeno a la mayoría de los cubanos. En el argot popular así se suelen llamar a las casas cuyos dueños, por debajo del telón, alquilan una o más habitaciones para que las parejas puedan “matar la jugada”, lo cual, traducido al castellano, sería algo así como tener relaciones ocasionales por dinero.

La palabra matadero, en ese mismo ámbito, ha pasado a utilizarse también para clasificar a algunos de estos sitios de bajo costo, un negocio que ha nacido producto a la necesidad que se vive en la mayoría de los barrios marginales.

Algunos de estos mataderos se han vuelto especialmente notorios, especialmente entre los más jóvenes. En sus conversaciones, se pueden escuchar referencias a algunos como “La Finca”, en la localidad de Las Guásimas; el “Matadero de Pura”, en el callejón del Reparto Eléctrico; o el “Matadero del Chino, en Párraga (todos en el municipio Arroyo Naranjo) son temas muy recurrentes.

Estos sitios funcionan bajo la máscara de bailables privados donde la mayor atracción del lugar son las muchachas, muchas de las cuales no llegan a los 18 años y están vendiendo su cuerpo a precios que no rebasan los 5 dólares la hora y, en ocasiones hasta toda la noche por ese precio.

“Es como estar en una fiesta. Ponen música, se juega dominó y se bebe, todo por dinero. La entrada son 3 fulas (CUC). Si el “cliente” lo que está es para “matar”, entonces pasa a la parte de atrás donde están los cuartos o te empatas con algunas de las niñas que están por ahí. Todas están para lo mismo. A ella no se les da el dinero, eso se cuadra con el ‘perro’ (una especie de chulo) que es el que dice precio y te cuadra la historia”, cuenta una joven que se dedica a esto pero que prefirió no revelar su identidad para no comprometer a las personas que administran su “matadero”.

“En caso que al hombre no le cuadre nada de lo que ve, entonces el perro le enseña fotos de otras y las llama por teléfono. Eso sí, de esta forma sale un poco más cara la cosa y mucho más si el interesado es un extranjero, a esos “les dan con el cinto”. Si quien lleva al punto al lugar hace que el perro saque una buena tajada, entonces a él se las cuadran por mucho menos. Todo está inventado”, añade.

Aun cuando en estos mataderos son muy frecuentes las broncas y hasta los hechos de sangre, nadie se atreve a hacer una denuncia por temor a represalias. Incluso pudiera decirse que existe un alto grado de complicidad entre los residentes de estos barrios marginales, donde existen familias completas que viven del negocio de los placeres de la carne.