Cada mañana suelen escucharse en Trinidad los pasos inconfundibles de Salomé y de su inseparable compañero Milagros, un burro que tiene la conveniente característica que solo se deja retratar por los “yumas”.
Con los nombres que se gasta esta compenetrada pareja pareciera que se tratase de un par de mujeres con pinta estrafalaria y que trabajan en un circo cuando menos. Pero nada más distante de la realidad: el dúo no suele captar la atención de cuanta cámara pase por sus alrededores porque hacen reír ni mucho menos, sino por la amistad que ha surgido entre Salomé Lema, un señor de 84 años, y su burrito Milagros, quien desde hace mucho tiempo es un miembro más de la familia.
Desde su natal barriada de La Pastora, Salomé se desplaza al parque junto a Milagros a buscar mandados, aunque es el burro quien se lleva todo el mérito porque además de hacerle compañía a su dueño, es quien carga las compras.
De esta forma desandan la Plaza Mayor, la calle Real y sus alrededores, posando para alguna que otra cámara curiosa e incluso prestándose al antojo de algunos que se muestran deseosos de montarse en el animal.
“Yo no cobro un peso porque nadie se suba a él. Muchas veces los extranjeros me regalan cosas, aunque, algunos no dicen ni gracias. Para mí eso no tiene importancia, solo permito que se suban por la satisfacción de verlos felices”, comenta Salomé.
“Eso si, quien al parecer no piensa igual es Milagros, quien tiene muy claro que su lomo no está al alcance de todos. Realmente no sé cómo lo hace, pero si es un extranjero se porta bien, pero al cubano que se monte lo tira al suelo. ¡Vaya Burro!”, dice Salomé riendo.
Hablar sobre el origen de Milagros es algo que siempre entristece a su dueño al recordar cómo llegó a su vida.
“Lo crié desde que tenía un mes de nacido. A su madre la mató un tren y él se metió bajo uno de los vagones junto a ella. De no haber sido por una persona que advirtió lo que había pasado y avisó al maquinista no hubiera podido contarlo. Fue un milagro que se salvara, por eso le puse así”, revela Salomé.
Luego de jubilarse halló el entretenimiento en mostrar su burrito, como una joya más del cúmulo de singularidades de la tercera villa fundada en Cuba, y admite que es este su hobby predilecto.