Con una maravillosa voz de contralto, la manisera cubana Lizette, recorre Obispo arriba y abajo al tiempo que “empina el pico” para pregonar «maní». Dicen que en cualquier empresa que se haga lo importante es ser el mejor, y al parecer Lizette tiene muy claro esto, ya que incluso siendo tan solo una sencilla manisera de las calles de La Habana Vieja, llegó a cantarle a capela el Ave María de Gounod en una sesión exclusiva al difunto Papa Juan Pablo II cuando visitó Cuba en 1998.
En cualquier parte de la importante arteria del casco histórico que se escuche el pregón, da la impresión que este puede abarcar las doce cuadras de esta calle, desde Monserrate hasta la Bahía. Y que conste, la manisera no grita, tan solo pregona.
Jacarandosa y risueña, esta manisera bien podría llamarse Freddy, la que cantaba boleros. De hecho, no pocos la llaman por ese nombre, ya que posee un peculiar parecido en su voz con la de la impar Fredesvinda García, quien quedó inmortalizada en dos ocasiones en nuestra historia: una por su voz y su estilo inigualable de cantar boleros, y la otra por convertirse en la protagonista de una de las obras más recordadas de Guillermo Cabrera Infante.
A diferencia de Freddy, la suerte de Lizette no le ha dado para tanto, ya que tan solo consiguió un permiso otorgado por la Oficina del Historiador de La Habana para vender maní tostado a los turistas.
Su trabajo es más bien un espectáculo, no en balde “actúa” solamente en la calle Obispo, ataviada con ropas y prendas de folclor, al tiempo que pregona sus vistosos cucuruchos. Lizette, aunque percibe honorarios como una manisera, lo cierto es que su real empleo es como actriz.
No obstante, confiesa que es el trabajo mejor remunerado que ha tenido alguna vez. Antes, cuando se desempeñaba como Educadora de Círculos Infantiles, sus ingresos le alcanzaban malamente para una sola comida al día. Además, tenía que correr con los gastos de la enfermedad de su mamá, la cual padece de diabetes, “el mal de los ricos”, que es como Lizette le llama a la diabetes, por los impagables gastos que ocasiona en alimentación y en medicinas.
Posteriormente probó suerte en algunas agrupaciones de música popular, pero dice que ese es mundo en el que quien no tiene una buena palanca no va a ninguna parte. Ahora, solo le bastan cuatro letras para conquistas el auditorio: «Maní»