El cine teatro Payret, ubicado en la capital cubana, fue inaugurado en 1877 y reconstruido en varias ocasiones a lo largo del siglo XX. Sin embargo, una serie de acontecimientos sucedidos allí lo han hecho merecedor de ser conocido como el cine maldito de Cuba.
Desde el momento de su construcción, cuando las paredes del edificio alcanzaban ya cuatro metros, un huracán las derribó, y otro, casi a punto de concluirse la obra, echó por tierra la mitad de esta. Eso fue solo el inicio de su mala suerte.
El mismo día de su inauguración, el 21 de enero de 1877, una rotura en una tubería de gas que alumbraba el edificio provocó un incendio, aunque pudo ser sofocado y las llamas no llegaron a devorar el inmueble, que para entonces era descrito por algunos de sus contemporáneos como uno de los más elegantes del Prado.
Las desgracias para el cine teatro Payret estaban apenas empezando. Un temporal en 1988 provocó que se tupieran sus cañerías; se desplomó una de sus paredes de carga y se vinieron abajo varios de sus pisos superiores. Hubo diez heridos y tres muertos, entre ellos Enrique Sagastizábal, copropietario del teatro, quien murió aplastado por el derrumbe de una de las paredes.
Su dueño, Joaquín Payret, llega desde España en la década de 1850 en busca de fortuna y en 1860, después de ahorrar por varios años, invierte todo su dinero en un negocio de carnicería. Sin embargo, tantas perdidas le provocó el cine y su negocio como carnicero que terminó en la ruina e internado en la Quinta del Rey, que era, a pesar de su altisonante nombre, el hospital Mazorra del siglo XIX.
La llegada del nuevo siglo no traería consigo el fin de la “mala suerte” del Payret, ni mucho menos el dejar de ser el blanco de temporales similares e incluso peores que los que ya había sufrido.
El 19 de octubre de 1926 entró a la ciudad el terrible fenómeno meteorológico conocido como “El ciclón del 26”, el cual dejó numerosos estragos a su paso. Un informe publicado al año siguiente por el Gobierno señalaba que todos los árboles del Paseo del Prado, el Parque de la India y el Parque Central, habían sido derribados. Al Payret, sencillamente lo dejó sin techo.
En 1951, el teatro pedía a gritos por una restauración. El viejo edificio fue cerrado y adquirido por la compañía Falla Gutiérrez para su total reconstrucción. Sin embargo, haciendo a un lado que estaba considerado como uno de los mejores y más bellos de América, fue demolido y levantando posteriormente con la construcción clásica que posee en estos momentos.
Después de 1959 siguió siendo, básicamente, un cine. En 1969 y 1981 se le sometió a dos reparaciones. Pero después que los mapas cambiaron de color, fue cayendo en un letargo que hizo crisis hasta colapsar: inundaciones, techo a punto de caerse (de nuevo), criaderos de ratas, cucarachas y mosquitos…
