Hoy en día, un cubano al que le preguntan donde está el barrio Biltmore, en La Habana, no sabría qué responder. Esta zona no es otra que el actualmente conocido como reparto Siboney, el que sufrió un cambio de denominación tras el triunfo de la Revolución (1959), pues el nuevo Gobierno no quería que este y muchos otros lugares en su condición continuaran con nombres anglosajones.
El barrio del municipio Playa sufrió el mismo destino que la mayoría de las otras áreas del oeste de La Habana, las que pasaron a nombrarse con títulos de naturaleza aborigen o de otro rasgo de la cultural nacional cubana.
Las lujosas viviendas que ostentaba este reparto, donde originalmente residieron numerosas familias adineradas, fueron transformadas en albergues para becados.
De los cientos de casas expropiadas, algunas fueron incluso asignadas a algunas familias humildes para tomarla como su hogar, pero esto no era más que alguna excepción, pues entregar lujosas mansiones a la población nunca fue una política generalizada.
Mansiones con grandes garajes, hermosos y cuidados jardines y hasta piscina fueron propiedad de familias increíblemente pobres de un momento a otro; aunque el único logro real fue pasar a vivir en una casa ruinosa, un lugar evidentemente viejo, descascarado y desatendido, pues los nuevos dueños no tenían recursos para mantener el lujo que la casa requería. Ya nadie pintaba, ni llenaba la piscina, ni cubría las grietas, ni cuidaba el jardín.
Ana y Julio vivieron diez años con sus dos hijos pequeños en una casa en el reparto, la que contaba con seis cuartos, tres baños, piscina, garaje y jardín. Relató que nunca pudieron utilizar la piscina porque el sistema de bombeo estaba muy deteriorado y no tenían los recursos para repararlo, y que dos funcionarios llegaron un día a decirles que los reubicarían en un apartamento en La Víbora, a lo que accedieron a regañadientes.
De Siboney también fueron trasladados todos los vecinos pobres y los estudiantes becados.
Algunas de las residencias pasaron a ser estancias de diplomáticos, o de funcionarios del gobierno o revolucionarios ricos. Los humildes desaparecieron de los alrededores del barrio, que volvió a ser tan exclusivo como antes de adoptar el nombre indígena.