Una de las mejores vistas de la Bahía de La Habana, sin duda, es la que presta el amplio y hermoso jardín del Hotel Nacional de Cuba, que desde la intersección de la Calle 23 (una de las principales arterias de la ciudad) con el majestuoso Malecón habanero, brinda una estupenda silueta del litoral norte de la urbe. Allí es donde se halla el exuberante cañón Ordoñez, el que fuera el más grande del mundo para finales del siglo XIX.
Fue en esa época cuando fue colocado definitivamente en ese emplazamiento como parte de la Batería de Santa Clara, la que integró el segundo y tercer sistema de fortificaciones de La Habana en la época colonial.
Este grandioso artilugio lanzó su último disparo el día 13 de junio del año 1898, en medio de la guerra hispano-cubana-norteamericana, aunque la parte de ‘cubana’ solo se reconoce en este territorio (pues para el resto del mundo, Cuba no jugó un papel sobresaliente en el conflicto mas allá de servir como escenario).
No estuvo activo nuevamente hasta el mismo día del siglo siguiente, el 13 de junio de 1998, cuando volvió a dispararse en el festejo de la declaración del Hotel Nacional de Cuba como Monumento Nacional.
La idea de crear la Batería de Santa Clara surgió luego de que el corsario francés Jackes de Sores invadiera La Habana a través de la Caleta de San Lázaro, en 1555. El Gobierno español no comenzó su construcción hasta después de que la ciudad fuera nuevamente atacada y conquistada por el ejército inglés en 1762, cuando decidieron finalmente reforzar algunos puntos estratégicos de la bahía. Para ese entonces, esta locación no era más que un macizo rocoso con una posición privilegiada para este fin.
El teniente coronel Proscopio Basscourt, Conde de Santa Clara, estaba gobernando la isla cuando la batería fue colocada en los 13 acres de la colina de Oliver, que eran de su propiedad, pero que donó al gobierno español en 1797 para este objetivo en específico.
La activa e importante batería garantizó visualizar y atacar (si fuera necesario) la costa habanera de este a oeste, la entrada del canal del puerto y una buena parte de la primitiva villa, al igual que establecer comunicación con otras fortificaciones del sistema defensivo de la región.
A mediados del siglo XIX, se implementó un proyecto de reinterpretación de las fortificaciones, pues los barrios suburbanos estaban en plena expansión, por lo que se modernizó la Batería de Santa Clara. Por entonces, se derrumbaron parcialmente las murallas capitalinas y se construyeron poderosas batería como La Velasco, Las Animas y La Reina, pero la Guerra de los Diez Años provocó que se revirtiera la defensa hacia el interior del país.
Finalizando el siglo, a la ciudad le fueron otorgados proyectos de artillería y de defensa, y uno de ellos fue en la Batería de Santa Clara. La idea consistió de añadirle un polígono ampliado por la gola, redelinear los parapetos, los cuales se hicieron más sólidos y se le fabricaron traveses-repuestos cubiertos con tierra, de modo que la batería se integró al tercer y último sistema defensivo de la capital.
Desde 1895 y hasta 1898, ocurrieron otras obras y añadiduras, como la colocación los cañones Krupp y Ordóñez. Una placa que ordenó colocar el historiador de la ciudad, Emilio Roig de Leuchsenring, en 1956, el Ordóñez disparó al crucero norteamericano Montgomery durante el bloqueo naval a La Habana que formó parte de la guerra hispano-cubano-norteamericana.
Al terminar la guerra en 1998, el emplazamiento fue convertido en cuartel, que fueron otorgadas por subasta a la compañía americana Purdy and Herderson en 1929, que comenzó el proyecto de construcción del Hotel Nacional de Cuba.
Actualmente solo quedan vestigios de lo que fue aquel conjunto arquitectónico militar, permaneciendo el cañón Krupp y el Ordóñez, altamente significativos por representar fielmente la artillería moderna de finales del siglo XIX y por ser de los pocos que se conservan de este tipo. Con la declaración de la Habana Vieja como Patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1982, su sistema de fortificaciones pasó también a serlo y, por tanto, los restos de la Batería de Santa Clara se integró al reconocimiento.