Heinz Luning constituyó el primero y único espía nazi fusilado en Cuba y América Latina, al ser juzgado por sus actividades a favor del eje Berlín-Roma-Tokio, durante la II Guerra Mundial- Pagó con su vida ante un pelotón de fusilamiento a las 7 y 57 minutos de la soleada mañana del 10 de noviembre de 1942, en los fosos del Castillo de El Príncipe, en La Habana.
Europa era sacudida en esos momentos por los efectos devastadores de la metralla en los casi inicio del conflicto bélico, como consecuencia de los avances incontenibles de las centenares de divisiones blindadas y de cientos de miles de fanáticos nazi-fascistas, por toda Europa.
Los servicios de inteligencia de Berlín habían creado en diversos países de América Latina, amplias redes de espionaje que se extendían por Chile, Argentina y Uruguay, en Sudamérica, y en el Caribe, particularmente en Cuba.
La posición geográfica-estratégica de nuestra Isla, situada en las vías marítimas más próximas a los Estados Unidos, que servían de rutas de aprovisionamiento de alimentos y materiales bélicos para los ejércitos aliados en Europa y África, no escapó a la perspicacia analítica de los servicios de inteligencia del III Reich.
Y es aquí donde surge, en pleno corazón de la zona colonial de la capital cubana, la figura de Heinz August Luning.
Su arribo a Cuba- según se reveló durante el proceso que se le siguió en el según se reveló en el juicio que se le siguió en el Tribunal de Urgencia de la Provincia de La Habana, con fuero y legislación especial para juzgar todo tipo de actividades subversivas- se produjo en septiembre de 1941 en el trasatlántico español “Villa de Madrid”, utilizando un pasaporte hondureño extendido por el Cónsul de esa nación centroamericana en la ciudad alemana de Bremen.
Para encubrir sus labores de espionaje y el suministro de información sobre el movimiento de barcos de la bahía de La Habana, alquiló un modesto apartamento, alto, en la calle Teniente Rey No 366, que le permitía, sin llamar la atención, avizorar claramente la entrada del puerto habanero. Y ahí se dedicó a la cría de canarios, con lo cual encubría su verdadera actividad. Para justificar sus ingresos económicos, adquirió en sociedad la tienda de modas “Estampa”, situada en la calle Industria. Como hablaba el idioma español y su tez era trigueña, pocos lo identificaban como ciudadano alemán.
No sé llegó a conocer realmente como el Departamento de Actividades Enemigas de la policía cubana obtuvo la información acerca de su existencia, aunque se supone que fue a través de los servicios secretos norteamericanos y británicos, que seguían la pista de otros espías nazis en Sudamérica. Las autoridades cubanas mantenían entonces un estrecho contacto y profundos vínculos con el Buró Federal de Investigaciones (FBI) en Washington.
Lo cierto es que Luning, supuesto miembros de la GESTAPO, resultó apresado el 6 de agosto de 1942 en su vivienda de la calle Teniente Rey, donde la policía dijo haber ocupado equipos transmisores y receptores de radio de onda corta, documentos reveladores de sus actividades y numerosas jaulas con canarios.
De las investigaciones se dedujo que Luning informó por radio a los submarinos alemanes que rondaban cercanos a nuestras costas, que dos barcos mercantes cubanos, el “Santiago de Cuba” y “El Manzanillo”, conducían a Estados Unidos, avituallamiento para los ejércitos aliados en Europa. Resultado de esa información, los dos mercantes resultaron hundidos por disparos de torpedos a escasas millas de nuestras costas, con un balance trágico de cientos de marinos cubanos tragados por el mar.
El proceso contra Luning duró dos meses y tres días, desde el momento en que el secretario del tribunal le notificó la sentencia de muerte por fusilamiento., en su celda del Castillo del Príncipe, el 9 de noviembre de 1942.
Según los testigos, el espía recibió la noticia con el rostro pálido, las manos le temblaban ligeramente al firmar la notificación, pero sin un solo gesto que demostrara miedo, ni exclamación alguna.
A los religiosos de la Orden Dominico se les autorizó para suministrarle los auxilios espirituales y el consuelo cristiano. Uno de ellos permaneció varios minutos conversando quedamente con el reo en un rincón de la estrecha celda y luego le presentó un crucifijo que Luning besó devotamente.
– Es un buen cristiano- exclamó el sacerdote al retirarse.
Poco después de las siete de la mañana se iniciaron los preparativos de su postrer caminata por los túneles abovedados, de piedra, de la vetusta fortaleza colonial, enclavada en una loma, frente a lo que es hoy la Plaza de la Revolución José Martí. Habían fracasado las peticiones de indulto elevados por el defensor. La última esperanza se había esfumado.
A las 7:45 de la mañana, se vio que el reo trasponía el umbral del portón que conducía a los fosos, seguido de los dos religiosos que le hablaban casi al oído, el defensor, los funcionarios judiciales y el pelotón militar encargado de la ejecución. Le precedía un oficial del ejército, que sostenía en su mano derecha un sable desenvainado y cuya hoja brillante refulgía, a la luz de los rayos solares.
Luning, de seis pies de estatura, fornido, con más de 200 libras de peso, pelo casi negro, tez pálida y bigote espeso bien recortado, caminaba lentamente, pero con pasos firmes. Sus manos esposadas a la espalda. Su rostro serio y postura arrogante. Vestía camisa azul, de playa, de mangas cortas; pantalón oscuro y zapatos negros.
El certificado de defunción fue breve, señalando las causas de muerte en un lenguaje poco usual, como el hecho que lo originó. Decía sencillamente: “Hemorragia interna de momentos de duración y la causa indirecta, ejecución de civiles por ejército beligerante”.
Según datos que hemos logrado obtener, Luning fue sepultado el 10 de noviembre de 1942 en el campo FE Suroeste 22 CC, en el tramo llamado de la limosna o de los pobres, en el Cementerio de Colón de La Habana.
Sus restos fueron exhumados el 19 de junio de 1952. Posteriormente se autorizó el traslado de sus cenizas a la ciudad alemana de Bremen, a solicitud de sus familiares, posiblemente de su viuda.