Un eufórico Fidel Castro, el 14 de abril de 1959, pronunció un sentidísimo discurso hacia el pueblo camagüeyano confiado y ciego hacia la Revolución, el que atestiguaba el momento cuando se comenzaba a invertir el dinero de la Reforma Agraria. Fidel aireó lo que bien se sabía: que el pueblo cubano estaba entregando de forma incondicional su dinero y su fe, y resultó ser en vano.
Fue ese el momento en que se nacionalizó todo y se liberó a la población de la explotación, sí, pero también de sus propiedades y de su dinero. Sesenta años luego de que los camagüeyanos aprobaran vehemente la Reforma Agraria y entregaran airosos sus 1.100.000 reses, quedan unas 600.000.
Todavía en 1989 Fidel les insistía a los camagüeyanos que se estaba construyendo allá uno de los complejos lecheros más grandes del mundo, cuando, en realidad, eran unas 300 vaquerías de la Cuenca Lechera, con centros de cría de terneros y novillas, laboratorios, 100 kilómetros de viales y una fábrica de queso y otra de leche en polvo; era indudablemente grande, pero no compitiendo a nivel mundial (eufemismos bien utilizados para manipular al pueblo).
Pese a los reiterados intentos por llevar a cabo enormes proyectos agropecuarios de Castro, este no cesaba en sus fallidas tentativas, por lo que la grandiosa idea de la Cuenca terminó siendo lo mismo: un fracaso, no más que un gigantesco paisaje de marabú y edificaciones destruidas y abandonadas.
Para ese año las cifras indicaban que la población cubana consumía menos de 7 kilogramos anuales de carne de res (una cantidad diez veces menor a la de 1956), y no tenía sentido, pues para ese momento ya se habían graduado 400.000 técnicos especializados, se habían introducido las técnicas Voisin, experimentado con pastos, mejorado la genética, importado millones de toneladas de piensos y mecanizado la industria; en fin, una inversión billonaria (con dinero soviético, claro) para lograr infames resultados, mucho menores a los de la etapa capitalista en Cuba. Por supuesto, cuando cayó el Muro de Berlín, de 7 kilogramos al año, se pasó a consumir menos de 1.
Actualmente, Cuba posee una cantidad de vacas equivalente a la de Nueva Zelanda, lo que significa casi millón y medio menos de las que tenía en 1958. A pesar de estar parejos, Cuba genera alrededor de 400 millones de litros de leche al año, una cifra deprimente cuando se compara con los 21.000 millones de Nueva Zelanda (52 veces la cantidad cubana), y cabe resaltar que dicho país es montañoso y volcánico en una gran parte de su territorio nacional, por lo que se deberían encontrar en desventaja contra una isla regularmente llana.
El Ministerio de Agricultura ha indicado que el 9% de las vaquerías cubanas cumplen con las exigencias de bioseguridad, sí, pero el resto poseen potreros con grandes marabuzales y sequía, a los que se provee de pipas para mantener a 90.000 cabezas de ganado (las que constituyen 15.000 más de las se ordeñan).
La penalización del sacrificio ganadero y el control estatal de la industria ha inhibido a los trabajadores y, aunque el monopolio gubernamental ha ido cediendo, las posibilidades con las que cuenta el sector privado para invertir en infraestructura son pobres.
En 2020 más de 31.000 reses ya han perecido en Camagüey por hambre y mala gestión, lo que deja al plan de trabajo mal parado por unos 20 millones de litros.
El vaquero cubano es una raza casi extinta en la isla a causa de los malos manejos de la industria ganadera por parte del Gobierno de los Castro.