Cuba es la tierra del sincretismo religioso. Nuestras raíces son mestizas, nuestras costumbres, mulatas, y nuestra religión es la armonía de diferentes voces. Hoy me gustaría discurrir sobre un proceso que simboliza en alto grado la fusión religiosa cubana: el espiritismo cruzado.
Definido por los estudiosos como un conjunto de creencias y prácticas que reúne en su seno la diversa cultura religiosa de nuestra Isla y que se puede traducir en dos palabras: Identidad Cubana. Su concepción ha sido acogida por varios sectores de la población y su realización es expresión del más variado sincretismo. De hecho, les traigo un
ejemplo.
En la provincia de Granma, al Oriente del país, en un poblado llamado Niquero se encuentra el Templo de la Sociedad Espiritual San Pedro Elegguá. El propio nombre del centro ya nos transmite un mestizaje cultural que aúna el cristianismo popular y los cultos de origen africano, como la santería o la Regla del Palomonte.
En las ceremonias del espiritismo cruzado, se asiste a la fusión de componentes de diferentes religiones vinculados con los espíritus. A través de elementos naturales (plantas sagradas, rituales con animales, sacralización de la ceiba) se invoca a los muertos con el fin de pedirles consejo, orientación y ayuda para la vida. De ahí la importancia de la naturaleza en todos los rituales realizados, pues en ella reside nuestro principio, y, a la vez, nuestro fin, de ella venimos y hacia ella vamos, es ella la conexión entre el mundo de los vivos y los muertos.
Este ritual, conocido como la misa espiritual a difuntos, conjuga no solo símbolos de la religión cristiana y la santería, sino también concepciones y tradiciones, representativas de la Identidad cubana. La música también desempeña un papel fundamental en estas manifestaciones tan heterogéneas, en especial, la música de percusión, más parecida en sonido a la música de la naturaleza.
Los tambores y los músicos son venerados pues sus cantos son inspirados por los espíritus. Tales ceremonias son representativas de la idiosincrasia cubana, donde los santos católicos y los santos de las religiones de origen africano encuentran un punto en común. Mi Isla es la isla del ajiaco, como bien declaró una vez Fernando Ortiz.