El entierro de San Pedro, el muerto en Cuba que se acompaña con congas y comparsas hasta la tumba

Redacción

El entierro de San Pedro, el muerto en Cuba que se acompaña con congas y comparsas hasta la tumba

Cada 29 de junio, desde tiempos inmemoriales, en Nuevitas por tradición, no pocos moradores acostumbraban a “enterrar a San Pedro” en lo que constituía una práctica popular abrazada por varios sectores de la población, que incluía diversidad en los grupos etéreos. Por entonces la ciudad era testigo del jolgorio popular que se producía durante las celebraciones de las festividades de San Juan y San Pedro, devenidas en fiestas carnavalescas que arrastraban a los lugareños a las principales vías de la ciudad convertidas en enramadas propias para la ocasión.

Presente desde el siglo XIX, el San Juan y San Pedro local tuvo su origen en la encrucijada de celebraciones procedentes de Europa y ferias de venta de ganado en la entonces amplísima región de Nuevitas. Aquella centuria es considerada la del desarrollo de la incipiente ciudad, cuyo sector más antiguo era el escenario principal de los festejos. La festividad del San Juan y San Pedro es oriunda de España, pero no en la forma en que la concibieron los principeños y se trasladó hasta esta ciudad costera. El San Juan español se caracteriza por las romerías, y sobre todo, del fuego. Internacionalmente son muy famosas “las noches de San Juan”.

Para el entierro de San Pedro se preparaban los lugareños de diferentes edades. Los que apenas tenían doce años, con endebles listones de madera construían una parihuela que luego cubierta con harapientos paños servía para acostar un deforme cuerpo elaborado con hierbas que cobraban forma al rellenar pantalones y camisa vieja, a la que se añadía una esfera de trapo a modo de cabeza con los ojos, nariz y boca dibujados. Complementaba aquel convite el disfraz de unos de los miembros del grupo que con atuendo luctuoso solía imitar la “viuda de San Pedro” que gemía constantemente pidiendo dinero para costear el entierro del “pobre Pedro”.

En tanto los otros muchachos recogían las monedas para ser repartidas entre los participantes al final de la jornada. Concluido el recorrido se trasladaban a la orilla del mar a “quemar a San Pedro”, hecho que muchas veces preocupaba a los padres por el peligro de quemarse. Luego compraban pitos, matracas y algún refrigerio para culminar la experiencia.

Los mayores encontraban otras motivaciones en el entierro. Así se disfrazaban con variadas caretas y acompañaban a un “Pedro muerto” de dimensiones humanas conformado de manera sofisticada tal cadáver paseado por las calles de Nuevitas. Alguien hacía de viuda y el dinero recaudado era invertido en cerveza u otra bebida repartida entre los participantes, lo que permitía sufragar el jolgorio hasta caída la tarde cuando era quemado Pedro.

Comparsas, congas, rumbas, resultaban los aspectos más distintivos que nos acompañan aquellos 29 de junio, esta fiesta que, independientemente de sus diversas etapas, caracterizaron por ser de participación popular. Hoy las fiestas carnavalescas en Nuevitas se desarrollan en otra fecha, pero los mayores recuerdan aquellas inolvidables jornadas que entre llantos fingidos y risas sin límites, se usaba de pretexto la “muerte de Pedro” para alegrar la ciudad.