De boca en boca ha trascendido que Tina comenzó a dar sus primeros pasos en el bandidaje en las inmediaciones del poblado de “Bohemia Nueva”, que luego pasó a ser llamado “Santo Domingo”, en Villa Clara.
Durante sus inicios como bandida, por allá por el año 1821, acostumbraba a operar a la orilla del Río Sagua la Grande, pero luego fue ganando terreno y también aumento su temeridad y osadía. Su fama le permitió que en poco tiempo formara su propia banda y que se le empezara a conocer como “La Reina de los Bandidos”.
Se cuenta que una ocasión, un joven terrateniente llamado don Silveiro, y quien estaba entre los más rico de la región, se paseaba justamente por uno de los sitios en que Tina había colocado una de sus famosas emboscadas. De inmediato, dos de sus secuaces lo amenazaron con que no terminaría bien si no pagaba cien onzas de oro, pero el joven aseguró no contar en ese momento con tal suma y los delincuentes se prepararon entonces a darle matarile.
Por suerte para Silveiro, la propia Tina intercedió y, cuando sus respectivos ojos se encontraron los unos con los otros, surgió una chispa que además de salvarle la vida al acaudalado terrateniente, provocó que comenzara una peculiar relación.
Cada vez que los amantes se encontraban lo hacían bajo la supervisión de algunos miembros de la partida bandidesca. Don Silveiro, quien se pensaba estar viviendo dentro de una novela, no tardó en comentar en el pueblo sobre su clandestino romance. Ocurrió entonces que, al cabo de unos días, el rumor llegó a oídos del General Malhi, quien se afiló los dientes con la posibilidad de poder echar el guante a Tina y para ello ordenó que una partida siguiera al romántico hacendado para así dar con el escondite de la reina de los bandidos.
En lo más recóndito del monte apresaron a Tina, enviándola encadenada a La Habana, donde el juez pidió pena capital por sus fechorías. Don Silveiro, como tenía no poco dinero, empezó a sobornar a las once mil vírgenes con tal de organizar una fuga para su amada, pero no llegó a tener éxito. No se supo nunca si fue gracias al dinero de Silveiro o a la belleza de la reina de los bandidos, pero la pena fue conmutada por el destierro de por vida.
De ahí en adelante la historia se mezcla con la leyenda. Algunos aseguran que Silveiro, valiéndose una vez más de su dinero, logró que le conmutaran nuevamente la pena; otros son del pensar que lograron fugarse juntos y continuaron su romance. También están quienes prefieren pensar que la reina de los bandidos se arrojó del barco en que la desterraban y que luego apareció comandando otra banda de forajidos por allá por la mediterránea isla de Córcega.