En la Cuevita, la más célebre candonga de La Habana, parece estarse produciendo una guerra silenciosa entre los cuentapropistas que se encuentran encerrados en las áreas “aprobadas” y los vendedores “ilegales”, que carecen de licencia e interceptan a los potenciales clientes antes de llegar al área de venta.
La Cuevita, como popularmente se conoce al barrio marginal de San Miguel del Padrón situado frente al “aristocrático” reparto Monterrey, es un lugar visitado, tanto por capitalinos como por compradores y vendedores del interior de la Isla.
Variedad de productos, compra-venta al por mayor, precios asequibles y flexibles, así como algunas facilidades de pago, son cualidades que han convertido a La Cuevita en la «meca» del cuentapropismo y en la solución de necesidades básicas para miles de cubanos.
Sus actividades comerciales, sin embargo, no siempre ocurren dentro del marco legal que impone el Estado cubano. Allí se pueden encontrar artículos que «desaparecen» con frecuencia o exhiben precios más altos en establecimientos estatales. Los productos que se comercializan van desde útiles del hogar, confecciones textiles o bisutería, hasta otros altamente penados por la ley.
Tales manifestaciones ilícitas de compra – venta tienen al Área Comercializadora Monterrey en la mira de las autoridades, por lo que muchos de sus trabajadores se quejan de no ser bien tratados, incluso cuando pagan lo establecido a la ONAT, mantienen en regla el contrato con la empresa de Comercio y la licencia de trabajador por cuenta propia en una o varias de sus modalidades.
La Cuevita es el nombre popular que se le dio a partir de 1940 al reparto San Juan de los Pinos, fundamentalmente por las precarias condiciones de vida, la presencia de aguas albañales y de áreas boscosas. Condiciones que se mantuvieron inalterables por casi 50 años y que convirtieron a la barriada en una de las más pobres del municipio San Miguel del Padrón y la provincia de La Habana en general.
En la década de 1990, durante el llamado Período Especial, surgió de forma paulatina la «candonga» de la calle Segunda. El mercado negro tuvo entonces en la capital un espacio reconocido, donde las autoridades decidieron tolerar lo que allí sucedía ante la incapacidad de poder ofrecer otras alternativas.
El 9 de octubre de 2013, casi 15 años después, cuando se decretó el cierre de las llamadas candongas en todo el país, más de 50 kioscos de ventas fueron cerrados por las autoridades en la calle Segunda. Desde entonces, se necesitaría un riguroso control y sistematicidad para que los productos estancados y otros de nueva adquisición no pulularan una vez más en las calles.
En el momento del cierre por decreto de La Cuevita, esta era quizás, el mercado popular más frecuentado de Cuba, al que acudían diariamente decenas de miles de personas y se extendía no sólo por la calle Segunda, sino también por todas las calles aledañas.
Como “alternativa” para ofrecer trabajo a los vendedores que laboraban en la calle Segunda, surge oficialmente en enero de 2014, el Área Comercializadora Monterrey, una feria, apretada e incómoda en la que se hace casi imposible caminar en los días de mayor afluencia de clientes y cerrada por altas rejas, lo que la hace potencialmente peligrosa en caso de incendio u otro siniestro.
En la feria laboran unas 500 personas, 252 trabajadores por cuenta propia y alrededor de 248 como fuerza contratada. Según las autoridades de Comercio, se lleva a cabo un proyecto que incorporará a nuevos titulares a la feria y mejorará el entorno de todos los trabajadores, que están en condiciones de hacinamiento.
Sin embargo, no es la infraestructura o el ambiente lo que más preocupa a los cuentapropistas que allí trabajan.
Pese a todos los esfuerzos, no se logra poner freno a estas violaciones, las que parecen multiplicarse y continúan incomodando a los titulares del área.
«En ocasiones, cuando los ilegales intentan huir de la policía arrastran a las personas, y hasta han provocado daños a niños y ancianos. Eso, sin mencionar que vienen padres con sus hijos pequeños y hasta mujeres embarazadas a vender ilegalmente por los pasillos de la feria», ejemplifica.
La ausencia de materias primas para la producción resulta otro de los problemas a los que se enfrenta Juan Antonio, con licencia para comercializar bisutería y confecciones textiles.