Hablando de costumbres, hoy queremos hacer referencia a algo muy particular de los cubanos: su gestualidad. Los cubanos somos personas que no podemos hablar sin hacer gestos y muecas, con brazos, manos, piernas, cara, o el cuerpo entero.
Así, por ejemplo, no podemos decir solo que Fulano está loco, sino que esa frase deberá ir acompañada por un peculiar gesto que se hace con el dedo índice de la mano dando vueltas alrededor de una oreja. O si queremos decir que alguien tiene dinero, eso deberá acompañarse de un breve manoseo de los dedos índices y mayor contra el pulgar. Ah, y si queremos avisar que Mengano murió, el dedo pulgar deberá pasar de un lado a otro del cuello, enfatizando la cuestión. La gestualidad del cubano es mayúscula. Si se ríe a carcajadas se harán cajetillas con una mano ahuecada que suena contra la palma de la otra, y si nos asombramos ante lo que alguien dice, diremos ¡No!, levantando con fuerza ambas cejas.
Al afirmar que algo huele mal pasará su mano por delante de la nariz como para espantar la fetidez; y si algo le extraña, enseguida arrugará la parte de la frente entre las cejas.
Cuando se desconoce un asunto no bastará con decir; no sé, sino que también habrá que levantar los hombros y arquear los labios hacia abajo al tiempo que se levantan las cejas; mientras que si necesitamos afirmar o negar algo, no solo diremos sí o no, según convenga, sino que también llevaremos la cabeza arriba y abajo en el primer caso, o hacia los lados en el segundo.
Cuando no queremos aceptar algo, los cubanos, sin ningún tipo de pena, simplemente diremos: mira, y acto seguido enseñaremos el dedo mayor erguido hacia arriba, mientras los otros quedan recogidos hacia la palma de la mano. Y si queremos flirtear con una dama o un joven qué hacemos: guiñarle un ojo o insinuarle un beso en la distancia.
Al decir que se acabó el cubano enfatizará chocando y arrastrando la palma de una mano contra la otra varias veces; si te llama para que vengas tratará de atraerte con la mano también; y algo que resulta muy molesto en ocasiones para muchos: hay quienes no pueden hablar sin tocarte el hombro o el brazo, a veces tan fuerte que duele.
Hay quienes se atreven a afirmar que si le amarras los brazos a uno de los nuestros no podría hablar. Es una exageración que ilustra muy bien quiénes somos. La gestualidad del cubano es algo incontrolable, pero eso nos hace únicos, con una forma de relacionarnos imposible de repetirse.