En Santa Rita nadie quiere vivir. Allí los asmáticos y los alérgicos tienen una muerte segura. En este pueblito de Granma el Gobierno tiene en funcionamiento una de las pocas fábricas de hormigón asfáltico de toda Cuba, pero su chimenea vierte al cielo diariamente una densa nube tóxica de humo negro que luego cae sobre los cultivos, las viviendas y hasta los propios vecinos…
Cuando se encuentra funcionando, su larga chimenea deja salir una columna de humo que deja el cielo de color gris. El negro tizne despierta el malestar de los que viven en las cercanías, quienes bombardean con sus quejas a las autoridades del Gobierno, el Ministerio de Salud Pública (MINSAP) y el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA).
“Cuando hay virazón del viento para acá, lo que cae aquí es terrible, una ceniza pegajosa que parece aceite”, se queja el anciano de 67 años Ángel Joaquín Tamayo Sánchez quien vive junto a su madre y sus hermanas a escasos metros de la planta de la planta de hormigón asfáltico.
Esta “ceniza pegajosa que parece aceite” obliga a los vecinos a tener sus viviendas cerradas todo el día y cubrir todos los muebles y equipos con nylon para que, una vez que la chimenea para de botar humo, echar cubos y cubos de agua que se lleven la llovizna asfáltica.
El jefe del colectivo de elaboración de la planta, Carlos Estrada Pérez, explica que la Tomás Díaz es una fábrica “viejísima” y en ella todo el proceso productivo se realiza con la combustión de fuel – oil, para el secado, en un tambor metálico, de los áridos a mezclar.
Cuando los materiales están húmedos, explica Estrada Pérez, el proceso demora más tiempo, se quema más combustible y, por tanto, se expulsa más humo negro a la atmósfera.
La fábrica de hormigón asfáltico Tomás Díaz de Santa Rita se construyó en la década del 60 del siglo pasado y siempre ha echado humo; pero en los últimos tiempos la situación se ha agravado por la humedad de los áridos y la mala calidad del fuel-oil utilizado, asegura el operador de calderas Juan Carvajal Pérez, quien lleva 38 años trabajando en la industria.
Los especialistas del CITMA llevan ya varios años monitoreando el impacto ambiental de la Tomás Díaz en la zona.
Por recomendaciones de ese organismo se han sembrado árboles en los alrededores de la fábrica y se han llevado a cabo varias acciones para mejorar su eficiencia tecnológica.
Entre estas últimas se pueden contar las tareas encaminadas a solucionar los problemas de emisión de polvo a la atmósfera y la reparación de salideros en las redes de vapor, de asfalto, de combustible y el mezclador, además del arreglo de las deficiencias en el quemador y el elevador de áridos.
En 2015 la Tomás Díaz se paralizó durante casi tres meses con el objetivo de introducir mejoras tecnológicas que redujeran la emisión de polvo a la atmósfera, elevar la altura de la chimenea e instalar electrofiltros en esta.
Los vecinos se quejan de que la planta de asfalto hace su vida insoportable, pero los funcionarios de la empresa se defienden diciendo que en el momento en que se construyó la planta casi no existían las casas en los alrededores de esta.
Las autoridades han explicado que en un radio de dos kilómetros alrededor de la fábrica no deberían existir casas y que la mayor parte de las que existen se construyeron en los últimos 50 años.
Ahora son muchas las viviendas en los alrededores y los vecinos enojados con la contaminación, una situación de muy difícil solución, pues es tan difícil cerrar la planta como trasladar a los moradores de las casas fuera de su radio contaminante.
Al montarse la planta tenía dos kilómetros de radio en los que había algunas casas, fundamentalmente de campesinos, no asentamientos poblacionales, pero con el tiempo el pueblo fue creciendo hacia ella y hoy hay casas puerta con puerta, patio con patio.
A pesar de las mejoras tecnológicas introducidas en la Tomás Díaz la planta continúa contaminando el entorno.El Gobierno municipal ha prometido reubicar la planta en otra localización que una vez que se defina será cerrada a cal y canto para que no se permita que en sus alrededores se construya “ni una cueva de ratones”.
De esa forma se tratará de impedir la reproducción del problema en el nuevo emplazamiento. Mas, esta solución podría significar la muerte de la Tomás Díaz y la pérdida de los empleos que genera. Así piensa Juan Carvajal, quien ve muy difícil que la industria, debido a su antigüedad y obsolescencia no sobrevivirá al proceso de desmontaje.
La solución ideal sería sustituirla por una nueva y moderna fábrica ecológica, pero eso no está al alcance la ECMG. Sólo queda arriesgarse al traslado y con él a la pérdida definitiva de la planta y los empleos de los que allí consiguen el sustento… Sin dudas, una decisión difícil.