La pomada china, esa pequeña cajita de color rojo por la que suspiran no pocos abuelos en la Isla, ha sido utilizada por generaciones para aliviar catarros, atenuar los efectos de la picadura de algún bicho o simplemente para hacer desaparecer mágicamente un dolor de cabeza.
Desde que la pomada china apareció en el mundo ha sido utilizada por personas de muchos países y para aliviar toda clase de padecimientos. Sin lugar a dudas, es un remedio tan o más universal que la propia aspirina.
El nombre verdadero de la pomada china es bálsamo de tigre, ya que cuando su inventor, Au Chu Kin, la concibió por allá por el año 1870, la base oleaginosa que utilizó fue la grasa de tigre.
Uno de los datos más curiosos sobre la pomada china es que no fue creada precisamente en China, sino en Birmania, país al que Au había emigrado. Allí se hizo de una pequeña herboristería y comenzó a comercializar su producto. Tanta fama llegó a tener su bálsamo que cuando murió Au Chu Kin, sus hijos se hicieron con el negocio y comenzaron a fabricarla de manera industrial.
En Cuba (cuando aparece) se utiliza mucho la pomada china para aliviar dolores de cabeza, migraña, músculos contracturados, picaduras de insectos y es considerada una especie de bendición para tratar estados catarrales.
Los abuelos cubanos recomiendan aplicarla en el pecho o en las aletas de la nariz para que descongestione, calme las secreciones, alivie el dolor de garganta y dicen que “pobre del acatarrado que no tenga en su mesita de noche una cajita de pomada china”.
Su uso se ha especializado en el alivio de diferentes dolencias. Puede conseguirse en casi todos los barrios chinos del mundo (en el caso de Cuba un poco más difícil), o sorprendernos donde menos la lógica podría indicar que fuera hallada.
De donde nunca llega a desaparecer es de los recuerdos de los abuelos, quienes en noches en las que sus nietos tienen fiebre y tosen, aseguran que, con algunas frotaciones suaves de este bálsamo milagroso, de seguro mejorarían en un santiamén.