La moda, la influencia de muchos famosos que han decidido brillar también por el oro en sus sonrisas, la necesidad de sobresalir, quién sabe cuántas razones llevan a los cubanos y cubanas a ponerse «dientes de oro».
¿Luce bien? Ese es un criterio muy personal que pasa por las ideas estéticas de cada uno. Para gustos se han hecho colores, incluso en cuanto a la dentadura.
¿Pero la salud?, eso sí no es relativo. El Dr. René Rodríguez Sarduy, especialista en Prótesis Estomatológica, asegura que el tipo de material que utiliza la mayoría de los cubanos no es exactamente el que vemos en la boca de Katy Perry, Lady Gaga o Johnny Depp:
«El oro dental está clasificado como el mejor material dental que existe, pero no es realmente un oro puro, tiene una serie de componentes que, al final, hacen lo que se llama aleación de oro dental. Ese oro sí está autorizado mundialmente para utilizarlo en pacientes, porque esos mismos elementos está ya científicamente comprobado que no son nocivos para la salud del paciente, pero generalmente en estos momentos no se puede colocar en un servicio porque es un material muy caro».
Sin embargo, al decir del también Máster en Medicina Bucal Comunitaria, el hecho de que las personas, fuera del sistema de Salud, empleen un material que no es el idóneo para la terapéutica estomatológica, no constituye el mayor de los riesgos:
«¿Qué sucede?, que cuando se realiza una corona completa, que son los llamados casquillos, generalmente se sobredimensiona la morfología externa del diente, y eso trae como consecuencia que el deslizamiento de los alimentos a través de la superficie de la morfología normal del paciente ya no se ejecuta, y entonces esos alimentos toman una dirección que no es la fisiológicamente mejor aceptada, y eso trae como consecuencia una irritación en la encía.
«Además, al tú sobredimensionar la corona, vas a crear entre la superficie del diente y la restauración de oro, un escalón, que llamamos el espacio o la hendidura de filtración posible de restos de alimentos, de bacterias, y entonces generan mucha predisposición a las caries del paciente. Esa es otra de las desventajas que tiene sobreponer una corona de oro encima de un diente sano».
El ejemplo concreto lo encontramos sentado en el sillón de la licenciada Lilián Ledón, preparándose para la última oportunidad, luego de muchas restauraciones. Él mismo accedió a contar su historia:
«Muy jovencito me puse casquillos de oro en los dos dientes de arriba, pero después conocí a una muchacha que era religiosa y para poder casarnos por la iglesia me los tuve que quitar y hacerme la reconstrucción normal, pero ya no he tenido vida más nunca con los dientes, porque se quedaron muy débiles y se me parten constantemente. Ahora ya me están preparando para ponerme espiga, porque ya no tengo más opciones».
La joven doctora nos asegura que son muchos los que vienen a retirarse estas decoraciones por diferentes razones, y agrega: «Eso es una decisión de cada cual, pero es nuestro deber alertar que estas prácticas generalmente ocasionan gingivitis, mal aliento debido precisamente a los residuos de alimentos descompuestos y, al retirarlas, pueden llegar a mayores complicaciones como las de mi paciente».
Por último, el doctor René Sarduy comenta un tema que tampoco es un problema solo de Cuba, y se trata del hecho de que muchas veces el procedimiento de restauración no lo realiza un odontólogo:
«Por ejemplo, cuando se va a hacer una preparación, uno de los principios básicos es la conservación del tejido dentario al máximo; cómo lograrlo es algo que conoce un especialista. Otro principio básico es el cuidado estructural de los elementos que están alrededor del diente: el ligamento parodontal, la encía marginal, o sea, la restauración tiene que tener una conformación científicamente estudiada para que se relacione con esos tejidos. Quien no esté facultado, puede provocar una irritación en esos tejidos».
No todo lo que brilla es oro, ni es lindo, ni es eterno, ni es saludable, pero claro, volvemos al principio: para gustos…