A finales de la década de los setenta e inicios de los 80, en Cuba existía un programa infantil que era esperado también por muchos adultos. Aquel espacio televisivo, llamado “La Comedia Silente”, comenzaba con la inigualable vozarrón hilarante de Armando Calderón diciendo: “Buenos días, queridos amiguitos, papaítos y abuelitos, hoy continuamos con los estrenos del pasado”.
Cada domingo de su vida y hasta una avanzada edad, Calderón con su vozarrón narraba las películas. No solo contaba con un meritorio ingenio para asentar en boca de esos gesticulantes estrellas de los años 20 los parlamentos más insólitos, sino que, golpeando como un loco ante los micrófonos con utensilios cotidianos, era capaz de ambientar las más calientes escenas de golpes, piñazos y porrazos.
Con la excepción de Charles Chaplin, a quien siempre le respetó el nombre, Calderón le llamaba como quería a los diferentes actores y personajes. Algunos de los más famosos fueron Cara de Globo y Soplete, los trillizos Barrilito, Barrilete y Barrilote, el amigo Maicena, el amigo Mantequilla, la Marquesa de las Papadas o Matasiete.
De igual forma, acostumbraba a rebautizar a los restaurantes como: El vaso de agua; a las lavanderías como La bola de churre, y las jovencitas disputadas por sus pretendientes les llamaba Lulú.
A los joyeros, sastres y peluqueros los narraba con acento francés , a los dueños de los restaurantes les hacia hablar como gallegos , pero lo más dulce y simpático a la vez era cuando debía narrar el parlamento de un niño que hacía papel de criado o recadero. A estos , que casi siempre eran de la raza negra , les hacía llamar “secretario”.
Entre las cosas que llevaron a Armando Calderón al éxito, además de la simpática reproducción de los sonidos o de la picaresca de sus comentarios, estuvo el hecho que cada uno de sus personajes era montado en su máquina del tiempo y trasladado en tiempo y espacio a la escena cubana.
Antes que el programa dejara de emitirse, se corrió el rumor que en el acaloramiento de la narración se le había “ido la catalina” y había soltado la frase: «esto es de pinga queridos amiguitos»…
Algunos de sus fanáticos aseguran que si se produjo aquel “lapsus línguae” y que con eso quedó grabado en la memoria de todos los cubanos. Sin embargo, en caso que hubiese ocurrido realmente, Calderón no lo necesitaba. Él, con su talento, ya se había ganado para siempre el sobrenombre de “el hombre de las 1000 voces».