Corría el año 1986 y la construcción de la central electronuclear de Cienfuegos iba a toda marcha. Ya se había levantado el edificio del primer reactor y nada hacía presagiar que la obra del siglo en Cuba quedaría inconclusa. Entonces sucedió el terrible accidente nuclear de Chernobyl en Ucrania y el futuro cambio.
Aunque el reactor que explotó en Chernobyl era de una tecnología distinta al que se construía en Cuba el siniestro alcanzó el proyecto que se construía en Cuba y lo quebró.
En ese entonces Fidel Alejandro Rodríguez estudiaba ingeniera en el Politécnico de Kiev para trabajar en la planta nuclear de Juraguá. Pasados 34 años relata sus vivencias…
Cuenta que unos días antes del desastre los cubanos habían estado en Pripyat, el pueblo donde se encontraba la Central Nuclear, a unos 100 km de Kiev, capital de Ucrania, en la boda de un amigo.
Por esa razón la noticia del accidente de la planta de Chernobyl los conmocionó. Apenas horas antes habían estado muy cerca del epicentro del desastre sin ninguna noción del peligro.
De inmediato los cubanos se unieron a la convocatoria para hacerse pruebas de la médula ósea. Muchos, entre ellos el propio Fidel Alejandro resultaron compatibles como posibles donantes, aunque nunca fueron citados (quizás por su condición de extranjeros, reflexiona el ingeniero).
Al año siguiente, 1987 Fidel Alejandro regresó a Cuba y tal como esperaba fue ubicado para trabajar en la Inversión de la futura Central de Juraguá en Cienfuegos.
El accidente de Chernobyl estuvo desde entonces en la cabeza de los ingenieros y técnicos cubanos que con ayuda de los soviéticos construían la Central electronuclear de Juraguá.
La mayoría ahuyentaba el miedo al pensar que el reactor accidentado en Ucrania no era semejante al que se construía en Cuba y que no tenía porque suceder algo semejante en la Isla si no se cometían los mismos errores que en Chernobyl.
El accidente de Chernobyl estuvo desde entonces en la cabeza de los ingenieros y técnicos cubanos que con ayuda de los soviéticos construían la Central electronuclear de Juraguá.
La mayoría ahuyentaba el miedo al pensar que el reactor accidentado en Ucrania no era semejante al que se construía en Cuba y que no tenía porque suceder algo semejante en la Isla si no se cometían los mismos errores que en Chernobyl.
Del éxito de Juraguá dependía en gran medida el futuro de muchos técnicos e ingenieros que se habían formado en la Unión Soviética.
Treinta y dos años después del desastre de Chernobyl Fidel Alejandro confianza que esté influyó en la vida de gran cantidad de personas en la lejana Cuba:
“Quizá no comprendí en aquellos días del desastre la magnitud que tendría para Cuba y para mí en particular, pero a la altura de los tiempos sabemos que nos cambió la vida, algunos opinan que para bien, porque no construimos de Central; pero yo puedo afirmar que se trataba de un proyecto seguro, necesario para Cuba, y que quienes nos preparamos para su explotación lo hicimos con toda la profesionalidad necesaria a pesar de nuestra juventud”.
Hoy de la que fuera considerada la obra del siglo en Cuba no queda nada. Sólo un pueblito del mismo nombre aislado y sin vida social. En él quedaron varados técnicos, ingenieros y obreros cuyos sueños también volaron con Chernobyl.