Después de casi siete décadas de fabricado, la cubana Julia Medina se hizo, casi sin saberlo, de una joya automovilística que se conserva a la perfección: un auto de carreras Healey Silverstone D10.
El automóvil, que fue construido en el Reino Unido en el año 1949, fue uno de los que arribaron a Cuba en los años cincuenta del siglo pasado y es el único que logró sobrevivir al paso del tiempo, siempre cuidado con especial esmero por su dueña.
Este carro forma parte del lote de 100 autos de este tipo que fueron fabricados entre los años 1948 y 1950, al igual que el otro importado a Cuba y que pertenecía a un alto directivo de la compañía petrolera Shell.
La otra unidad que existía en el país caribeño fue destruida al volcarse mientras ascendía a La Gran Piedra, una elevación que se encuentra al oriente de la Isla y que se sitúa a más 1200 metros sobre el nivel del mar.
La afortunada propietaria, quien además es dueña de un pequeño hostal en la céntrica zona de Centro Habana, afirma que “Aún siendo un abuelito, es el bebé de la casa. Yo lo beso todos los días y por la mañana lo saludo”.
Ella confiesa que supo sobre la existencia del Healey por un amigo y que no dudó un segundo en visitar la casa de su anterior dueño, que lo tenía en el patio de su casa, en muy mal estado y cubierto por una lona.
“Fui a verlo más por curiosidad que por otra cosa, pero cuando levanté la lona supe que lo quería para mí, aunque no tenía idea del valor patrimonial del carro”, afirmó la habanera.
“Yo tenía una noción elemental sobre el automovilismo, por eso no sabía nada sobre los Healey, así que comprarlo a su segundo dueño fue una inspiración para la que aún no tengo explicación”, aseguró.
Medina se decidió finalmente en el año 2013 a comprar el auto y ese fue el comienzo de otro calvario que se extendió por dos meses tratando de ponerlo a funcionar, en un país donde el mercado de piezas de recambio es casi nulo.
La solución vino desde el otro lado del mundo. Medina se comunicó con el Club Healey de Londres, organización que suma aficionados de este tipo de autos en toda Europa, quienes le ayudaron con la restauración, enviándole toda la instalación eléctrica y varias refacciones originales que necesitaba.
En el año 2015 el auto volvió a rodar por las calles de La Habana, entonces ya pintado de un color amarillo brillante con listas verdes. Diseñado para competencias de alta velocidad, que por lo general exigen mucha potencia y poco peso, el carro tiene solo dos plazas.
Luego de restaurado ha alcanzado los 100 kilómetros por hora, pero las especificaciones del modelo refieren que puede alcanzar los 160, al menos en teoría, algo que su dueña teme comprobar “para no forzar las cosas”.
El flamante, pero vetusto, automóvil es una de las atracciones principales del Salón Excelencias del Motor, que organizan exhibiciones de autos todos los meses desde el último medio siglo. El Healey Silverstone D10 es una curiosidad, ya que con sus casi 70 años es el único de su tipo que se conserva en América.