Pese a todo lo que se ha dicho y hecho, el racismo en Cuba está lejos de quedar atrás. Blancos, negros y mestizos van a las mismas escuelas, hospitales y montan en los mismos ómnibus, pero no son pocos los isleños que consideran que son “diferentes”.
Una las conductas racistas que más se hace sentir en la mayor de las Antillas es a la hora de formar una familia. Tal es el caso de la familia de Yoanna, una joven estudiante universitaria y «mulata clara», que tiene un novio negro como la noche, y a quien su familia no ve con muy buenos ojos.
Su familia es negra. Y no ve con buenos ojos al novio. Le preocupa sobremanera la estabilidad y seriedad de la relación. Sobre todo el futuro. Y los probables hijos.
“Mi familia está tirada en el suelo. Dicen que me voy a “atrasar”. Mi mamá se casó con un blanco y en mi casa me dicen que tengo que hacer lo mismo y tener mis hijos con un blanco para adelantar. A ver, yo no voy a mentir: yo prefiero no tener que peinar la pasa encendida de una negrita. Y aunque quiero mucho a mi novio, espero algún día formar mi familia con un blanco”, dice Yoanna.
Blanquear la familia es el objetivo. Por puro complejo, ya que algunos negros y mestizos rehúyen del color de su piel.
Casarse con una blanca o blanco es el plan de muchos. O con una mulata de piel clara. Para adelantar.
“Es como se si tratase de una escalera. Un negro prieto no puede pensar de pronto que se va a empatar con una blanca de campeonato. Todo es paso a poso. Primero una mulata oscura. Luego, sus hijos, deben buscarse una mulatica clara o en el mejor de los casos con una blanca. Así funciona el tema de ir blanqueando de manera paulatina a la familia”, cuenta Yoni, un mulato de 34 años.
Hay mulatas y negras que no se sienten contentas con su color de piel. Se desrizan el pelo e imitan los patrones de moda de las blancas.
Miriam es una negra de 22 años que todos los meses saca turno en la peluquería del barrio para darse un estirón a la pasa. Se gasta no pocos pesos en champús y cremas para peinar. Selecciona cuidadosamente a sus amigas, ya que le gusta andar con blancas y mulatas claras.
“Le negras siempre están en lo mismo. Se la pasan hablando de problemas. Son un problema y una salación que le quita puntos a uno”, dice Miriam sin dar el más mínimo rodeo.
Por otra parte, no hay extranjero que no relacione el goce sexual con una cubana mestiza o negra. Generalmente, cuando aparece un dibujo o foto de una mujer o una niña en un anuncio, el patrón suele ser el blanco. Tal pareciera que se sintiese vergüenza que en el envoltorio de un jabón Lux, hecho en Cuba, apareciera una negra o mulata.
Ellas quedan reservadas para la mayonesa Doña Delicias, el ron Mulatas, y línea de champú, acondicionador, brillantina sólida y desriz Art Work, especialmente elaborada en el país para “gente de color”, de “pelo malo” (leáse “pasa” o cabellos gruesos rizados).
Todo lo contrario sucede al hojear una revista extranjera que realice un artículo dedicado a Cuba. Al hojearla, ocurre al revés de las publicaciones cubanas: trabajo cuesta encontrar fotos de nacionales blancos.
Ni el paso del tiempo ha logrado erradicar los tabúes. Y hoy, como ayer, se sigue viendo mal en muchos lugares una mulata cuya madre “adelantó”, se vaya a vivir con un negro. Si esa mulata le llega a parir al niche una hembrita y tiene que peinar trencitas, es tristemente todo un sacrilegio a los ojos de no pocos. Esa ha sido la mentalidad. Y continúa siéndolo.
Lo más fuerte es que la culpa se la llevan las mujeres negras. “Culpables” por “atrasar” a los suyos, por no parirle a blancos. “Condenable” la mulata que perdió la cabeza por un negro, en vez de tratar de “blanquear” la familia y seguir “adelantándola”.
Porque todavía en Cuba lo negro todavía es sinónimo de retroceso, marginalidad, humillación, frustración. Y lo blanco de desarrollo, bienestar, progreso, felicidad.