Las fábricas clandestinas que fabrican refresco gaseado en Cuba estilo “Coca Cola” son un gran negocio.
Su producto es muy demandado por las cafeterías particulares que venden el vaso a 2.00 pesos cubanos y poco a poco ha ido desplazando del mercado al refresco “de polvito”.
Como una lata de refresco cuesta 10.00 pesos (y eso si se encuentra) el refresco gaseado, la Coca Cola criolla, goza de gran popularidad entre los cubanos.
Aunque la técnica de elaboración es sumamente sencilla, el proceso de distribución y los riesgos que corren los productores por tratarse de un negocio ilegal sí son dignos de tomar en consideración.
Las máquinas con que se elaboran son artesanales: apenas un balón de dióxido de carbono y un motor de lavadora rusa.
Sólo la obtención de la materia prima reviste alguna dificultad, pero se consigue por la izquierda en la bolsa negra, aunque a precios elevados.
El negocio es rentable porque la demanda es alta; pero no está contemplado entre las 150 actividades comprendidas en el trabajo por cuenta propia, por lo que todo es ilegal.
No se paga nada al fisco, pero se corre el riesgo de que la policía o los inspectores de salud pública clausuren el negocio.
Una actividad económica en la que se elaboran alimentos y no se encuentra controlada es potencialmente peligrosa, pues depende de la conciencia de los productores.
En el caso de los fabricantes de la Coca Cola criolla, estos adquieren los pomos usados para poder mantener el ritmo de su negocio sin conocer la procedencia de estos.
Muchos de estos envases son recogidos directamente de la basura y tratados sin las necesarias medidas sanitarias, lo que pone en riesgo la salud de los clientes.
Sin embargo, alrededor de este tema no existe mucha conciencia ciudadana y todos continúan comprando el refresco gaseado en las cafeterías particulares sin preocuparse demasiado.