En Trinidad los hombres bordan para ganarse la vida y lo hacen sin complejos ni machismos

Redacción

En Trinidad los hombres bordan para ganarse la vida y lo hacen sin complejos ni machismos

En la turística villa de Trinidad, en el centro de Cuba, muchos hombres se dedican a bordar para ganarse la vida.

Muchos comenzaron a escondidas, por aquello de que era un oficio de mujeres, pero con el tiempo han perdido los complejos y son cada vez más los artesanos bordadores.

Ver a hombres sentados en los portales o en los contenes armados con aro, aguja e hilo para bordar atrae a los turistas y ya en Trinidad no extraña a nadie.

Quizás en cualquier otro punto de la geografía cubana mirarían raro a un hombre que borde, pero no en Trinidad.

muchos hombres se dedican a bordar para ganarse la vida.

Bordar pone comida en la mesa. Los que tienen un expediente como artesanos textiles en el Fondo de Bienes Culturales pueden comercializar su obra libremente; pero muchos otros se dedican al bordado a tiempo parcial y entregan sus productos a otros para que los vendan en las ferias al turismo.

Estas finas artesanías forman parte importante del legado español y en los últimos años las instituciones culturales han llevado a cabo varios proyectos para su rescate y difusión en Trinidad.

Muy cerca de la Plaza Mayor, en el Callejón de Peña, trabaja Amaury Zulueta, un mulato treintón que lleva quince años trabajando como bordador.

Él aprendió el oficio para ayudar a su madre que fue quien le enseñó todos los puntos para que aprendiera a buscarse la vida solo. A Amaury no le da ninguna pena ser bordador.

Ver a hombres sentados con aro, aguja e hilo para bordar ya en Trinidad no extraña a nadie.

Sabe que en Trinidad hay muchísimos hombres que se dedican al oficio, aunque se ríe al reconocer que los gays también son “un montón”.

Amaury, como casi todos los bordadores sólo emplea puntos rápidos y comerciales como el solecito, la margarita o la trinitaria.

De lo contrario tardaría demasiado en hacer cualquier trabajo y no daría negocio la comercialización, pues se trata de productos de alta demanda.

Los que se dedican a este tipo de negocio necesitan un surtido constante de prendas. De ahí que en la elaboración del producto final intervengan varias manos.

Una suerte de cadena de montaje, en la que uno hace el deshilado, otro la randa, un tercero el bordado y un último lo vende en las mesas de las ferias de artesanía.

Muy cerca de la Plaza Mayor, en el Callejón de Peña, trabaja Amaury Zulueta

En este proceso los tejedores no ganan mucho. Los grandes beneficiados son los vendedores que tienen “la mesa” y pueden multiplicar por dos, por tres y hasta por cuatro el precio que pagan a los productores por cada pieza.

Sin embargo, los productores continúan abasteciéndoles. Así funciona el negocio y así seguirá funcionando.