Santa Clara, la ciudad del Che para la Revolución, es la capital gay de Cuba

Redacción

Santa Clara, la ciudad del Che para la Revolución, es la capital gay de Cuba

A Santa Clara se le conoce como la Ciudad más Hospitalaria de Cuba y, al menos para la comunidad LGBTI lo ha sido. Que hoy se haya incluido en el Proyecto de nueva Constitución de la Isla el derecho al matrimonio igualitario se debe, en buena medida, a la tolerancia que por décadas mostraron las autoridades y la población de la central urbe hacia las minorías sexuales.

Mientras en el resto de la Isla se marginaba y perseguía a la comunidad LGBTI, Santa Clara nunca aceptó ser un gueto.

Jóvenes de las minorías sexuales que viven en los pueblos aledaños a Santa Clara recorren decenas de kilómetros para tomar parte en las fiestas exclusivas que se ofrecen en los centros nocturnos de la ciudad para la comunidad LGBTI en determinadas noches de la semana.

Uno de ellos, Miguel Antonio Castillo, se traslada desde la comunidad de San Diego del Valle para asistir a las que organiza el cabaret Cubanacán.

Mientras en el resto de la Isla se marginaba a la comunidad LGBTIQ, en Santa Clara siempre fueron abiertos a aceptarlos

Las fiestas de su pueblo no le atraen, son muy generales, y nunca hay nada “específico para los homosexuales”. En cambio, en Santa Clara, hay “fiestas para gays” donde se puede encontrar con viejos amigos, hacer nuevos, y compartir en un ambiente agradable si tener que soportar manifestaciones homofóbicas.

Salvó La Habana, Santa Clara y muy contadas capitales provinciales, el resto de Cuba se resiste a darle su bendición a las fiestas de las comunidades LGBTI en los espacios públicos.

En algunos lugares han fracasado por la intransigencia de los funcionarios locales que deben autorizarlas; en otros por falta de público o estrategias de promoción.

Para tratar de exportar el ejemplo de tolerancia de Santa Clara a los pueblos cercanos y las comunidades de difícil acceso de la provincia, Ramón Silverio, creador del famoso El Mejunje, fundó el proyecto itinerante “Me incluyo” con espectáculos de transformismo y otras actividades inclusivas de las minorías sexuales que se traslada por toda la provincia.

Santa Clara, la ciudad del Che para la Revolución, es la capital gay de Cuba
Hubo épocas en Cuba en que los homosexuales eran hostilizados y marginados

Contradictoriamente, la creación de espacios exclusivos para las minorías para combatir la marginación termina por crear la exclusión del otro.

Cuando hay noches gays, los heterosexuales que, en condiciones normales, asisten sin problemas ni complejos a los centros nocturnos que frecuenta la comunidad LGBTI, suelen evitarlos como el diablo a la cruz.

Ramón Silverio, creador de El Mejunje, y uno de los activistas más destacados de Cuba en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTI, entiende perfectamente esta situación.

Expresa que nunca ha estado interesado en tener un “club gay”, pues sería una forma de marginar a otras personas por su orientación sexual.

De todas formas, las minorías sexuales prefieren asistir a los clubes y fiestas donde se encuentran en “mayoría numérica”; porque su presencia en los espacios heterosexuales suele generar conflictos y manifestaciones homofóbicas por parte de la clientela más inadaptada.

El Mejunje es un centro cultural con espectáculos de drag queens que sobrevivió desde 1984 a años de homofobia.

Esa es la razón de que otros activistas no compartan la posición de Silverio y luchen por a creación de espacios exclusivos para la comunidad LGBTI.

Santa Clara se ha convertido en la ciudad más inclusiva de Cuba, donde los integrantes de la comunidad LGBTI cuentan con espacios para divertirse según sus posibilidades económicas.

Los que tienen más dinero prefieren El Bosque o el cabaret Cubanacán; aquellos de menos posibilidades económicas se decantan por el clásico El Mejunje que sigue, sin embargo, siendo el más popular de todos.

Muy contrario al resto de las ciudades de Cuba, incluida La Habana, donde algunos establecimientos estatales y privados todavía insisten en negar el acceso a miembros “escandalosos” de las minorías sexuales escudándose en el “derecho de admisión” y el poder que les brinda la inexistencia hasta el momento de un aparato legal que castigue esas conductas discriminatorias.