Hablar de profanadores de tumbas en Cuba no es cuento de camino y no son pocos los casos que han salido a la luz de personas que en el momento de exhumar los restos de un ser querido se han dado cuenta que faltan partes del cuerpo.
Hace algún tiempo comenzó a correrse la voz en La Habana que habían encontrado el cadáver de un hombre, recién sepultado, al que le habían sustraído la dentadura de oro. La tumba había sido profanada en horas de la noche y, a la mañana siguiente, los restos del féretro y el cuerpo fueron encontrados en una de las calles del Cementerio del Colón.
Como suele suceder en estos casos, los medios oficiales no se hicieron eco de la noticia, pero el horrendo espectáculo llegó a oídos de no pocos capitalinos.
La veracidad del hecho, así como de otros de similar modus operandis, fue confirmada en aquel entonces por Pablo Revilla González, quien llevaba más de 10 años trabajando como barrendero en la mencionada y “distinguida” necrópolis.
Desmembramiento de cuerpos con fines religiosos, robos de prendas, vandalismo y ceremonias religiosas en propiedades ajenas, son solo algunos de los problemas de los que adolecen los cementerios en la Isla.
La vigilancia en los camposantos habaneros no ha logrado poner un alto de manera efectiva a las personas que se dedican a cometer tales actos vandálicos. Las quejas, se han multiplicado y cada vez son más los reportes de este tipo que tienen que manejar las autoridades.
Según cuentan una fuente del personal del Cementerio de Colón, los salarios que perciben quienes trabajan allí son muy bajos, por lo que algunos inescrupulosos se han dedicado a sacar provecho de los enterramientos.
Sin embargo, la situación de esta necrópolis no le llega “a la chancleta” a la que se vive en otros camposantos como los de Guanabacoa, La Lisa o El Calvario, donde es tal el nivel de fechorías de este tipo que se dice que esto se ha convertido en una especie de epidemia endémica.
Sin contar con el atractivo turístico y los valores patrimoniales que posee el del Vedado capitalino, estos cementerios de la periferia de La Habana han sido olvidados por quienes deben velar por su seguridad.
Una fuente que reside en las inmediaciones del cementerio de El Calvario, asegura que a altas horas de la noche es muy común sentir a las personas que entran al sitio para sustraer objetos de las tumbas y hasta la madera de las cajas. Además, afirma que algunos las usan para trabajos de albañilería, e incluso para la construcción de muebles o corrales de animales.
El testimonio ofrecido por nuestra fuente, así como por otros vecinos de la zona, no parece ser exagerado luego de visitar el Cementerio de Colón, el cual a pesar de decirse que es el más protegido, es posible apreciar sin mucho esfuerzo la insalubridad y dejadez que sufre.
Ataúdes amontonados y despojos a poca distancia de las fosas comunes, osarios mal sellados, osamentas almacenadas sin el menor de los respetos, incluso las de personas que no llevan muchos años de fallecidas, son tan solo una parte del triste escenario que encuentran quienes acuden al lugar, embargados por la pena y el dolor ante la partida de un ser querido.
Esta situación tan alarmante no es para nada desconocida por “los de arriba”, tan solo silenciada y al parecer postergada hasta la llegada de “tiempos mejores”. Sin embargo, lo cierto es (y bastante triste, por cierto) que, en Cuba, ni el hecho de estar muerto es una garantía de alcanzar la paz.