Cuando se habla de las grandes estrellas que ha pasado por el equipo Industriales, sin dudas uno de los nombres que no puede faltar es el de Lázaro de la Torre. No solo por el hecho de tener “el brazo de hierro” y poder lanzar casi todos los días, sino porque cuando muchos flaqueaban “a la hora buena”, él pedía la pelota y salía a guapear el juego.
De la Torre llegó a las Series Nacionales con 21 años de edad y hace su debut con Metropolitanos en la temporada 1978-1979. En esa serie, se lució al ganar 12 partidos de los 15 en que compareció en la lomita de picheo, lo cual le valió para integrar el equipo Habana en la Selectiva. Todo un logro para un novato.
En sus dos décadas como lanzador, el “brazo de hierro” de Cuba obtuvo 208 victorias y dejó con el madero en la mano a 1716 bateadores, ambas marcas siendo un récord para los lanzadores de la capital.
Lázaro de la Torre se ubica entre los 10 mejores lanzadores de todos los tiempos en la Isla en varios apartados: entradas lanzadas (2 821), bases por bolas (930) y bateadores enfrentados (11 783). Su promedio de limpias fue un nada despreciable 3.29, ya que gran parte de su carrera tuvo que enfrentarse a bates de aluminio.
El destacado lanzador azul no pasa a la posterioridad solamente por tratarse de ser el quinto pitcher más ganador en Series Nacionales, sino por su valentía (guapo) en el box y por la fuerza de su brazo.
Nunca se le escuchó decir que se sentía cansado o que tenía poco tiempo entre una comparecencia y otras. Siempre estuvo más que dispuesto a salir a echarle “huevos” al partido y a darlo todo por la victoria de su selección.
Amante del béisbol por encima de todo, continuó vinculado a él jugando en Nicaragua y Japón cuando el INDER le obligó a retirarse a mediados de la década de 1990. Con 45 años lanzó en la serie 2001-2002 y todavía dominaba a sus rivales y ganaba partidos importantes.
En su vitrina de premios sobresalen los oros en los Juegos Panamericanos Caracas 1983 e Indianápolis 1987, en las Copas Intercontinentales de Bélgica 1983 y Edmonton 1985, y en los Juegos Centroamericanos y del Caribe La Habana 1982, así como los títulos nacionales de 1986 y 1992 con el equipo Industriales.
Poseedor de una recta veloz, efectiva slider y engañoso cambio de bola, su historia también guarda hechos y anécdotas relevantes y algunas hasta increíbles si no conociéramos su tenacidad y amor por el deporte. En la Serie Selectiva de 1986 ganó seis juegos en una semana (abrió dos y relevó otros cuatro); mientras varias veces corrió desde el puente de Bacunayagua hasta el estadio Victoria de Girón de Matanzas o regresó trotando a su casa tras haber lanzado un partido vespertino.