En el barrio El Canal del Cerro, en el centro de la capital de Cuba, vive Orestes Estévez, de 70 años. Fabrica vino casero con un método particular. Debido a la falta de recursos para conseguir las válvulas a presión necesarias utiliza condones para ir midiendo cómo se desarrolla la fermentación de la bebida.
Originalmente el productor comenzó haciendo el vino de forma ilegal hasta que en 2011 pudo obtener una licencia para fabricar estas bebidas bajo el amparo de la ley.
La elaboración del vino se lleva a cabo en la casa de Estévez. Los cuatro trabajadores de la bodega El Canal compran las frutas o las cosechan, las hacen madurar, las mezclan con azúcar y levadura y las dejan reposar. Finalmente, pasan el resultado a botellas que fueron previamente hervidas y lavadas. El proceso de fermentación dura entre un mes y 45 días.
La idea de aplicar este método surgió de una asociación de vinicultores a la que pertenece Estévez, con los que aprendió varios métodos de fermentación.
Entre estos métodos figura el de las “mangueritas de suero” que, por desgracia, no están disponibles en Cuba. Otro era el “método de la gasa”, aunque con este “se perdían dos grados de alcohol”, mientras que con los condones, la última opción, no se pierde ningún grado. Además, a esto se suma el hecho de que los preservativos se venden en las farmacias y con ellos se ha logrado “un resultado tremendo” en el proceso de fermentación natural del vino.
“Poner un condón en una botella es como pornertelo tu como hombre”, dice Estevez. “Cuando se levanta, el vino está listo, y entonces el proceso se completa”.
Aunque Estévez realiza vinos de varios tipos de frutas “el más popular sigue siendo el que hacemos de uva”, confesó el creador de esta pequeña compañía.
Abrió su pequeña bodega en el año 200 y anualmente produce miles de galones de vino con sabor a guayaba, berros y remolacha.
Hoy en día, Estevez, su esposa, su hijo y un ayudante atienen 300 envases de cinco galones (20 litros) de vino cada uno. El ingrediente principal es la uva cubana, pero los sabores añadidos incluyen frutas tropicales y verduras prácticamente de todas las variedades.
La idea de hacer vino en un país donde el ron es la bebida alcohólica preferida no es una casualidad. El abuelo de Estévez –originario de las Islas Canarias– ya se desempeñaba en la producción vitivinícola, aunque destinada a un pequeño grupo de familiares y amigos. Su nieto decidió continuar la tradición y hacer de ella un negocio.