En Cuba hubo un tiempo en el que tuvo mucho auge el oficio de arreglar sombrillas. No obstante, a medida que el precio de la venta de estos artículos fue disminuyendo, y los cubanos han comenzado a vivir más de prisa, los paraguas y sombrillas han pasado a formar parte de los objetos desechables para muchos y rara vez se ve a alguien con una sombrilla rota en las manos buscando arreglarla y cada vez son menos quienes se dedican a ello.
Uno de los que ha decidido no dejar de practicar el oficio es Fidel Pedroso, quien desde su pequeño rincón en la ciudad de Matanzas se pasa seis días de la semana esperando recibir algún cliente.
A su lado despliega todo el arsenal de herramientas que ha ido acumulando a lo largo de los años para desempeñar su labor, así como algunas varillas y forros que utiliza en sus reparaciones.
En la Atenas de Cuba nadie lo llama por su nombre, para todos él es el “Sombrillero”. No pudiera ser de otra forma, ya que desde que eran tan solo un joven aprendió el oficio de su abuelo y, a sus más de 50 años, no se le ve haciendo ninguna otra cosa.
Según dice, pasará toda su vida arreglando sombrillas, ya que le ha pillado el truco al asunto y con tan solo una simple ojeada es capaz de detectar cual es el problema que presentan y no hay nada en materia de sombrillas que él no pueda arreglar.
No le preocupa que arreglar sombrillas sea un oficio en extinción y que cada vez menos personas decidan arreglarlas. Cierto que no se gana mucho con el trabajo que realiza, pero al menos se lo gana honradamente.
Quedarse sin clientes no es algo que tema tampoco. El que sabe remendar siempre tendrá trabajo y a él vienen a verlo hasta de fuera de Matanzas… Después de todo resulta una ventaja que vayan quedando pocos en el oficio.