El cubano Pedro Ernesto Herculano Gil Pérez, natural de Fomento y el menor de cinco hermanos, llegó al mundo justo el día en que el terrible ciclón de 26 azotaba el poblado. Al cabo de los años, su madre solía recordar: “El ciclón del 26 andando y Pedrito naciendo”.
Cuando era un niño casi no asistió a la escuela, ya que limpiaba botas, hacía encargos y trabajaba en lo primero que encontrara con tal de ayudar a la economía familiar. A su vez, su madre lavaba y planchaba para la calle.
Durante el último mes de 1959, Cuba se encontraba revuelta, el ejército rebelde había llegado a Villa Clara y la mayoría de los negocios habían cerrado porque todo el mundo estaba recogido en sus casas, pero como Pedro era un hombre de trabajo, se fue a Placetas y abrió la dulcería que había heredado de su cuñado y en la que se ganaba el sustento para su esposa y las cuatro hijas que tenía en ese entonces.
Al enterarse que el ejército Rebelde Tomaría Santa Clara, Pedro cerró la dulcería y se montó en un auto para volver a casa junto a su familia.
Cuando se encontraba en la salida del pueblo fue detenido por los soldados de Batistas, quienes le impidieron que siguiente su camino en el auto y a Pedro no le quedó otra que salir caminando.
Enfiló sus pasos por la cuneta, a la orilla de la carretera central, bajo el sol, temiendo ser el blanco de una bala perdida. Lo detuvieron en Falcón, lo volvieron a revisar, tenía los pies hinchados, sentía fatiga por el agotamiento, pero aun así continuó caminando.
Luego de haber caminado treinta y dos kilómetros pudo llegar finalmente a su casa. Una vez en su hogar, se dejó caer al suelo a descansar cuando vio que sus seres queridos se encontraban bien. Sus hijas rápidamente buscaron paños para limpiarlo y curarle las ampollas. Sus pies estaban llenos de ampollas y le sangraban, pero Pedro estaba feliz.