Marta Fernández Miranda, segunda esposa de Fulgencio Batista, era una mujer generosa y hasta sus enemigos políticos califican de positivas algunas de sus iniciativas de asistencia social y humanitaria en favor de los más necesitados como los hospitales infantiles y para inválidos de La Habana y Bayamo, o los comedores populares que promovió.
Su religiosidad y el amor que sentía por Batista la llevaron a erigir el majestuoso Cristo de La Habana que, desde la cima de la Loma de la Cabaña, es visible desde cualquier punto de la ciudad.
La idea surge a raíz del ataque perpetrado al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957, cuando las fuerzas del Directorio Revolucionario asaltaron el palacio para ajustarle cuentas a Batista y tomaron la emisora Radio Reloj para informar al pueblo sobre la muerte de este y hacer un llamamiento a la revolución.
Un comando de 50 hombres alcanzó a llegar a la tercera planta, dirigidos por Carlos Gutiérrez Menoyo y Faure Chomón, llegó a la tercera planta pero Batista escapó por una escalera interior desde su propio despacho y los asaltantes fueron abatidos. Y los cien hombres previstos para tomar los edificios próximos, el Hotel Sevilla, la Tabacalera, el Palacio de Bellas Artes, y apoyar al comando principal nunca llegaron a ellos por la vacilación de última hora de sus responsables…
Aterrorizada por el tiroteo y a modo de agradecimiento a Dios por haber salvado la vida de su esposo, Marta prometió erigir una estatua de gran tamaño de Jesucristo, similar a la que se encuentra en el monte Corcovado de Rio de Janeiro.
Para ello, pagó 200.000 pesos a la escultora Jilma Madera, quien la esculpió en mármol de Carrara con una mano en el pecho y la otra en alto, de forma tal que diera la idea que estaba bendiciendo.
La estatua mide 20 metros de alto y se encuentra ubicada en una loma de 50 metros sobre el nivel del mar. Su peso es de 320 toneladas.
Marta la inauguró el 25 de diciembre de 1958, a tan solo seis días de verse obligada a salir huyendo de Cuba…