A Yoandri Hernández Garrido le llaman “veinticuatro”, un sobrenombre que ostenta con orgullo porque hace referencia a una particularidad de su cuerpo que además de distinguirlo de los demás, le hace ganarse la vida y ayudar a su familia: tiene seis dedos en cada una de sus manos y en cada pie.
Este cubano, que vive junto al Río Toa, en Baracoa, está orgulloso de contar con ese extra en cada una de sus extremidades, ya que además de facilitarle la tarea de subirse a las palmeras a tumbar cocos, lo convierte en alguien que no pasa desapercibido al lente curioso de las cámaras de los turistas, que de vez en cuando le dejan “caer algo”.
“Una vez un turista me dio 10 dólares por tirarse una foto conmigo. Eso es la mitad del salario de un mes completo en cualquier trabajo”, comentó Hernández en una entrevista que ofreció a la agencia AP. «Gracias a los veinticuatro dedos que tengo es una forma en que me busco la vida porque no tengo un trabajo fijo», reveló.
El hecho que Yoandri tenga dedos extra es algo que es bastante común y recibe el nombre polidactilia, lo curioso del caso es que los de él están completamente formados, al punto que en un vistazo rápido a sus manos cuesta trabajo darse cuenta que hay algo inusual.
Según cuenta, cuando era un niño fue visitado por un prominente ortopedista cubano, uno de los médicos personales del entonces presidente Fidel Castro, quien les dijo a sus padres que en los años que llevaba en su profesión nunca había visto una polidactiloa con dedos tan perfectos.
«Se impresionó mucho cuando vio mis dedos», recordó Yoandri, quien es el único en su familia con esa característica.
A sus casi 40 años, nunca ha visto con molestia que los que lo conocen lo llamen «manazas» o «veinticuatro», pues sabe que más que un insulto es un término afectuoso por esta rareza que lo ha hecho tan popular.
Tiene un hijo de diez años con una mujer que vive en La Habana, y hace solo unos años nació su segundo crío con su actual pareja.
«Desde pequeño yo comprendí que siempre es un privilegio tener 24 dedos, porque a pesar de todo nadie me ha discriminado por eso», afirmó al citado medio.
Dice que las personas lo admiran mucho por esta particularidad, de la que se siente orgulloso, pues no vive mal y le ha ganado «un millón de amigos».
De pequeño, recuerda que cuando estaba en la primaria, un día la maestra le preguntó cuánto era cinco más cinco, y él, un poco tímido se quedó callado.
«Entonces me dijo que me contara los dedos de las manos y le dije que doce. La maestra se molestó un poco pero era realidad», rememora este cubano de pura cepa.
«Creo que lo manda Dios… no hay que sentirse mal para nada porque creo que es una de las grandes virtudes y se puede ser feliz así para toda la vida», terminó diciendo antes de despedirse y comenzar a escalar otra mata de coco con maestría.