Si a 100 cubanos les preguntas dónde queda Macurijes, 99 de ellos es posible que te respondan que no saben. Y es que tan insignificante resulta este pueblito de Pinar del Río que muchos aseguran que se trata del más pequeño de Cuba, pues no aparece en casi ninguno de los mapas más detallados de la geografía cubana. Apenas una calle, alrededor de la cual se agrupan las pobres casas, la farmacia, la oficina de correos, el círculo social, la bodega y la escuela.
Los pobladores de Macurijes nunca han podido disfrutar de un cine, de transporte público, y de otro gran número de cosas que pueden encontrarse en la mayoría de los pueblos del país.
Entre los únicos adelantos que llegaron con la modernidad están los tractores y luz eléctrica, gracias a la cual la vida es un poco más llevadera en el caserío.
El origen de la pequeña población se remonta al Corral de Macurijes, establecido en 1865. No obstante, a pesar de haber existido durante unos 150 años, la vecindad nunca ha logrado levantar cabeza, ya que el aislamiento es considerable y sus pobladores siempre encuentran una u otra razón para marcharse del lugar.
Macurijes fue convertido en Consejo Popular en 1988. Por su localización, se encuentra ubicado a solo 40 kilómetros de la cabecera municipal. Pero la escasez de transporte en la zona, sobredimensiona la distancia.
Sin embargo, no todas son cosas negativas en este pueblito. En primer lugar, se respira una paz tal que todos los días parecen domingo. Además, los vecinos tienen la posibilidad de tener trabajo, contrario a lo que sucede en otras comunidades rurales donde encontrar un empleo es casi un lujo.
Para suerte de sus pobladores, Macurijes se encuentra sobre una verdadera mina vegetal. En un país donde la madera escasea y las regulaciones para tumbar un árbol son muchas; vivir cerca de la empresa forestal más grande de Pinar del Río representa una garantía de empleo.
Y así transcurre la vida en este pequeño y alejado pueblito de Pinar del Río, en el cual uno de los escenarios más recurrentes del que disfrutar es ver pasar a los carretones tirados por bueyes que cargan madera por los polvorientos senderos.