Usando como vías las redes sociales y redes de mensajería como WhatsApp, una nueva estafa de líneas y webcams eróticas adquiere auge en Cuba. Pese a que no constituye un fenómeno exclusivo de esta isla (donde, además, le llaman “pejeo”), aquí se ha modificado para adoptar matices propios, amoldados a esta realidad.
Los protagonistas de esta actividad engañosa casi siempre actúan desde perfiles falsos, fingiendo interesarse por establecer una relación sentimental o meranente casual con el solicitante, enviando fotos o videos subidos de tono a cambio de saldo telefónico o transferencias bancarias. Otras personas que se dedican a esto le explican la situación tal cual al cliente, y si este acepta las condiciones, la transacción se efectúa sin problemas.
En medio de este profunda crisis económica, esta actividad laboral resulta mucho más remunerada que muchos trabajos formales (estatales o privados), pudiéndose realizar desde la comodidad de la casa y evitando el contagio con el virus de la COVID-19.
Se ha creado toda una jerga que denomina y clasifica a los involucrados con el “pejeo”: los que brindan sus servicios se llaman “pejeadores”, y los objetivos se llaman “pejes”.
Antonio, un cuentapropista de La Habana, aseguró que unos vecinos suyos se dedican a esta labor y mantienen una calidad de vida significativamente mejor a la de él. Alegó que no se limitan a conprar unas libras de carne de puerco a la semana, sino que los perniles desfilan por el barrio hasta su casa cada 2 o 3 días.
Antonio explicó que se trataba de una pareja con unos 4 perfiles cada uno, haciéndose pasar por lo que mejor le agrade al objetivo. Han elaborado un esquema de procedimientos bastante completo, y hasta cuentan con un banco de fotos eróticas y pornográficas bajadas de Internet para usar como anzuelo.
Un “pejeador” holguinero llamado Alejandro aseguró que “la pincha que no es tan fácil como la gente piensa”, pues hay que tener mucha labia y saber reconocer muchos detalles de la personalidad y de los gustos del cliente para no ahuyentarle.
Alejandro opinó que también hay personas que lo ven como algo malo, “pero muchos de los pejes son cubanos que no tienen pareja en Estados Unidos y necesitan un ‘desahogo’; dicen que allá es difícil”, por lo que recalcó que todo los involucrados ganan: los de afuera se sienten mejor en relaciones por internet, y los de adentro, resuelven con las recargas o el dinero.
La prostitución, sobre todo la destinada al sector turístico, se fortaleció como una práctica común desde la etapa del denominado “Periodo Especial”.
El confinamiento motivado por la crisis epidemiológica y la caída radical del turismo internacional hizo que proliferaran alternativas para todo tipo de actividades económicas, incluida la más antigua de las profesiones, y el reforzamiento del acceso a plataformas digitales ha ayudado mucho en la tarea de mudar estos servicios sexuales sin contacto físico hacia internet.
Mientras, hubo una escalada en los índices de desempleo, con tantos negocios privados que se han visto obligados a cerrar temporal o permanentemente. Por ello, son cada vez más los cubanos que persiguen una relación real o fingida con alguien en el exterior que proporcionen ayudas para “vivir” en la isla o emigrar.
Leticia, de solo 18 años, dice que, por lo general, los perfiles falsos no mantienen clientelas estables, por lo que ella tiene una novia que la ayuda desde hace un año, como si estuvieran en una relación virtual “casi verdadera y casi sincera”.
Leticia le envía videos cortos, y la “novia” solo está esperando que se termine la pandemia para llevársela para España, para lo que Leticia confiesa que no está preparada, pues ella se lo toma como un trabajo como cualquier otro y nunca ha sido realmente bisexual u homosexual. Además, tiene un novio real en Cuba, quien también pejea.
En medio de estas dicotomías están también muchos otros jóvenes cubanos, que viven sabiendo que no tendrán posibilidades de una vida digna en la isla, que prefieren pejear o agenciárselas de otra manera para sobrevivir o irse.