La reciente e histórica ola de protestas populares en Cuba no solo devolvió la esperanza a todos aquellos que han esperado y han luchado por ver una Cuba libre, sino que recordó antiguas historias y a olvidados héroes, esos que han puesto su granito de arena en devolver un brillo de fe al pueblo cubano en algún momento de estos 62 años de comunismo en la isla.
Orestes Lorenzo carga con una de esas historias, al ser el célebre piloto cubano que burló el cerco dictatorial de Fidel Castro no una, sino dos veces.
El 20 de marzo de 1991, hace 30 años, Lorenzo era mayor de la Fuerza Aérea cubana, quien cambió súbitamente el rumbo de su vuelo rutinario de entrenamiento para convertirlo en uno de deserción.
El MiG 23BN que pilotaba, el más moderno y poderoso caza bombardero de Cuba por aquel entonces, quedó con rumbo al norte y voló a ras de las olas para no ser detectado por los radares cubanos y americanos.
El cubano aterrizó en poco más de 10 minutos en la base naval de Boca Chica, en los cayos Florida, a 150 kilómetros de distancia de su punto de partida. El oficial abrió el techo de su cabina inmediatamente, saltó desde lo alto a tierra, se posicionó en firme y alzó las manos para pedir asilo político.
Las autoridades norteamericanas lo interrogaron durante los siguientes días y luego le dieron el estatus de refugiado político, cuando se hallaban medianamente convencidas de que no se trataba de un espía vestido de desertor.
Lorenzo, quien era veterano de la guerra de Angola, tuvo la fortuna de no estar entre los más de 2.100 cubanos que murieron en acción en esa contienda.
Ya en Estados Unidos, aseguró que se había desengañado con el socialismo gracias a sus experiencias en África y la URSS, dándose cuenta de que el nivel de vida que proporcionaba era muy pobre, con pésimas condiciones sanitarias e infestada por alcoholismo, racismo y prostitución.
El cubano comenzó enseguida una campaña de intento de rescate de su esposa y de sus hijos, María Victoria “Vicky” Rojas (34) y Reyneil (11) y Alejandro (6), respectivamente.
Estos estaban siendo acosados y castigados en Cuba por ser familiares de este polémico desertor, y aunque tenían visas concedidas para ingresar en Estados Unidos, no se les permitió salir.
Aunque Lorenzo logró grandes proezas en su campaña (como ser financiado por la Fundación Valladares, entrevistarse con congresistas y senadores estadounidenses, lograr el apoyo de la viuda de Martin Luther King y hasta del propio presidente George H. Bush, exponer su caso ante la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, encadenarse y hacer una huelga de hambre en el Parque del Retiro cuando Fidel estaba en Madrid, recibir la ayuda del entonces presidente chileno Patricio Aylwin y de la actual reina emérita de España, Sofía, etc), sus intentos fueron hechos en vano, porque el Gobierno castrista no cedió a las presiones.
Vicky Rojas incluso ha asegurado que Raúl Castro le envió una nota diciendo que si «Lorenzo tuvo los cojones para llevarse un avión, que los tenga también para venirte a buscar».
El drama familiar llegó hasta la oficina de Mijail Gorbachov, ex primer ministro de la URSS, pero las tensas relaciones entre ambos países en la época solo iban a alargar el sufrimiento de la familia Lorenzo, de ahí que utilizó una última carta: publicar una carta abierta a Fidel Castro en el Wall Street Journal mddianta la cual se ofreció a viajar a Cuba y someterse a juicio si se permitía a su mujer y a sus hijos viajar a Estados Unidos. Sin repuesta una vez más.
Entonces, tomó el camino largo para buscarlos él mismo. Estudió para piloto, aprendiendo todo lo que debía saber de aviones estadounidenses para así sacar una licencia. Se agenció, más tarde, treinta mil dólares de un Cessna 31, un antiguo bimotor de seis plazas, y luego esbozó un plan militar de fuga minuto a minuto.
Gracias al viaje de dos amigas a Cuba, pudo enviar un mensaje en clave a su esposa: fecha, hora y coordenadas de un sitio cercano a las playas de Varadero donde lo debían esperar. Lorenzo abordó su avión el sábado 19 de diciembre de 1992, a eso de las 5:00 pm, habiéndole dicho a una amiga que lo diera por muerto si no regresaba en una hora cuarenta, dos horas a lo sumo.
Nuevamente voló a tres metros del agua para evitar los radares cubanos y se valió de la angosta carretera frente a la playa El Mamey para aterrizar.
Lorenzo se encontró con un autobús con turistas estacionado en la carretera, el cual evadió con un balanceo de las alas para detenerlo a solo ocho metros del vehículo, y luego hizo un giro en U para preparar el Cessna para el despegue.
Entre tantas emociones al reencontrarse, lo único que podían decirse eran gritos de concentración y ánimo. Nada podía salir mal a este punto. La puerta no cerraba ni con unos cuantos portazos, pero se serenó y giró la manija, y selló la puerta.
Sanos y salvos, y juntos, la familia aterrizó en Cayo Marathon cerca del anochecer. Y el vuelo de rescate rápidamente logró el centro de atención de medios de prensa internacionales.
Han pasado casi treinta años. Orestes y Vicky Lorenzo son prósperos comerciantes inmobiliarios en la Florida.
Cuando falleció el dirigente, Lorenzo escribió en Facebook que no sentía ninguna felicidad especial por ello, así como que su deceso no marca el comienzo de una nueva era; que lo hará «la conciencia colectiva de los cubanos». «Consumido por el poder, vivió siempre bajo el miedo y la desconfianza. Le sobraron adulones, pero jamás tuvo un amigo real. Nunca conoció la felicidad. Fue, en sí, la primera víctima de su monstruosidad”, concluyó.