A lo largo del desarrollo del proceso revolucionario y después del triunfo de Fidel Castro, las personas que se han dedicado a estudiar todo este período de tiempo, comentan que la historia de la isla ofrece muchísimos datos interesantes.
Uno de los hechos que ocurrieron en los meses próximos a enero de 1959 fue la desaparición física de Camilo Cienfuegos, por lo cual, en homenaje a su figura cada 28 de octubre se recuerda su persona. Lo que sucede es que su muerte se dio en condiciones bastante sospechosas, cuando desapareció en el mar a causa de un incidente aéreo mientras regresaba de la provincia de Camagüey.
Muchos cubanos tienen la idea de que la muerte de Camilo fue planeada al detalle por las máximas autoridades del Gobierno de la isla y plantean que la versión oficial sobre un accidente es solo un tapete para cubrir la aterradora verdad, mientras que se aprovechan de esto para hablar de los logros que ha conseguido el proceso revolucionario.
Sin embargo, todo son hipótesis, pues no existen evidencias reales que demuestren la verdad que por decadas ha contado el oficialismo ni la idea que creen la posibilidad de un atentando, por lo que todo lo que se plantea son conclusiones especulativas de lo que pasó.
Lo que sí podemos afirmar es que el fallecimiento de Camilo Cienfuegos es cuestionado por miles de cubanos, los cuales aún tienen dudas acerca de cómo se dieron los acontecimientos y de cómo fue que se llegó a la conclusión oficial.
Es que realmente, las explicaciones a través de las cuales se llegó a las mismas para muchos no son creíbles. Para estas personas tendrían igual validez que cualquier historieta de ficción.
Es que no parecen hechos reales los que se describen. Esta todo en condiciones muy cuestionables, por lo que no son bien recibidas por muchos, ni en el año 1959 (cuando ocurrió el hecho) ni en estos días.
Existe un dicho el cual hace referencia a que los delitos realizados sin defecto alguno deben su perfección a una mala gestión por parte de los investigadores a cargo del mismo. Por lo cual, para muchos, este caso todavía sigue abierto, o por lo menos debería seguir así.
El comunicado oficial del Gobierno Revolucionario achacó la desaparición del jefe del estado mayor del Ejército Rebelde a un accidente a bordo de su avión ejecutivo, mientras volvía a La Habana, por causa del mal tiempo entre las provincias de Camagüey y Matanzas.
Ese día, Camilo Cienfuegos debía regresar a La Habana tras viajar a Camagüey para arrestar al Comandante Huber Matos, quien había decido virar la espalda al Gobierno de Fidel Catro, al darse cuenta el camino hacia el comunismo que había emprendido la Revolución.
Matos dice que advirtió a Cienfuegos que su vida estaba en peligro, que Fidel estaba resentido con él por su popularidad y podría incluso haber esperado que los partidarios de Matos lo matasen en lugar de permitirle tomar el mando.
Camilo decide regresar a la capital del país en el avión Cessna 310, pilotado por el experimentado piloto Luciano Fariñas, con un amplio historial de vuelos, por lo cual, estaba capacitado para la tarea que le habían asignado, traer a Camilo de vuelta sano y salvo. Debían llegar en 120 minutos aproximadamente y tenían las condiciones para retrasarse incluso sesenta minutos más. Además, viajaba junto a ellos el sargento Félix Rodríguez, escolta del Comandante Camilo.
El bimotor identificado con las siglas FAR 53 despegó del aeropuerto de Camagüey a las seis y un minuto p.m. de vuelta a la capital, viaje que requería dos horas de vuelo y llevaba combustible para tres.
De acuerdo con informes de la tripulaciones de otros aviones cubanos, una tormenta habría obligado a Fariñas a desviarse hacia el norte por una tormenta. Esto habría alargado las horas del vuelo sin disponer del combustible necesario para enfrentar la inesperada situación.
No fue hasta pasadas 48 horas que Fidel, Raúl Castro, Juan Almeida Bosque, el Che y más dirigentes se citaron en la Jefatura de la Fuerza Aérea y ordenan oficialmente la búsqueda de la avioneta con cuadrillas aéras y terrestres para iniciar la búsqueda por mar y tierra de la aeronave desaparecida y de sus tripulantes.
La búsqueda se centró en la costa norte, entre Ciego de Ávila y Matanzas. Participaron 70 aviones militares y civiles, unidades de la Marina de Guerra, yates de recreo, embarcaciones pesqueras y pobladores en general peinando los archipiélagos de Jardines del Rey al norte y de los Jardines de la Reina al sur, todo en la región central.
Por otra parte, el Gobierno de los Estados Unidos también ayudó en el proceso enviando a militares de las Fuerzas Aéreas como apoyo durante aquellos días de investigación indetenible.
Sin más remedio, debido a la falta de información y a la ausencia de evidencias que demostraran lo contrario o que dieran indicios para llegar a alguna otra conclusión, las autoridades del Gobierno, durante la jornada del 12 de noviembre de 1959, hicieron oficial la noticia. El pueblo conoció en voz del propio Fidel Castro que las labores de búsqueda no habían arrojado ningún resultado significativo por lo que daban por concluidas las tareas investigativas al respecto.
Solamente pudieron llegar a la conclusión de que, debido a las deterioradas condiciones meteorológicas, el piloto al mando de la aeronave donde viajaban estos tres compañeros, tomó la decisión de esquivar la tempestad por la zona norte, alejándose cada vez más de la tierra, por las afueras del país, lo que trajo consigo la extensión de la trayectoria y el inevitable agotamiento de combustible, lo cual consideran la causa de que fueran en picada hacia el mar.
Sin embargo, dicho deterioro de las condiciones meteorológicas no se registró en ninguno de los centros de investigación correspondientes.
Por otra parte, no se encontraron nunca restos de la aeronave en que viajaba el grupo, o algún momento de comunicación con la estación en tierra de los problemas que atravesaban ni de la nueva trayectoria.
Existen muchas versiones de lo que pudo ocasionar la desaparición de Camilo Cienfuegos. Una de ellas es que la aeronave fue derribada por las mismas fuerzas de Estado en el cumplimiento de las órdenes de los máximos representantes del país.
Un antiguo funcionario del Gobierno, declaró que una vez iniciado el viaje al Comandante se le encargó una nueva misión «secreta» por la zona sur de Trinidad. El llamado fue para ayudar a un grupo investigativo acerca de la desaparición de otro de los militares pertenecientes al Ejército Rebelde. Comentan que esta fue la vía para que se diera el ataque.
Un oficial de la Fuerza Aérea de Cuba encontraría tiempo después en una cinta magnética registros del despegue de un caza británico Sea Fury al mando del piloto personal de Raúl Castro cuatro minutos después del despegue de la avioneta en la que viajaba Camilo… nunca se supo cuál era su misión.
Como estos hechos, también se especula que una vez realizado el ataque los responsables se encargaron de los cabos sueltos que existían. Desde simples personas que evidenciaron el incidente hasta trabajadores del Gobierno que realizaban las investigaciones en aquel momento. Se encargaron de todos aquellos que podían haberlos delatado y desacreditado.
Desapariciones del piloto del Sea Fury y del pescador de Caibarién que atestiguó el ataque de un avión caza a una avioneta; el atropello automovilístico días después, en Vía Blanca, de José Paz, mecánico que reportó que el caza británico traía la ametralladora descargada; el ametrallamiento ‘accidental’ el 12 de noviembre, a la entrada del Campamento Militar de Columbia, del amigo y oficial de la Columna Invasora de Camilo, comandante Cristino Naranjo, justo cuando investigaba esa desaparición.
Precisamente el ejecutor de Naranjo, el capitán Manuel Beatón, capturado el 23 de marzo de 1960 por alzarse en Sierra Maestra, antes de ser ejecutado sumariamente confesaría a un miembro del tribunal, el teniente Agustín Onidio Rumbaut, que Fidel, Raúl, Guevara, Torres y el informador Jorge Enrique Mendoza eran autores de la muerte de Camilo.
Días más tarde, luego de preparar un informe confidencial, Agustín Onidio Rumbaut murió en un “accidente de caza”.
Por otra parte, existe otra versión al respecto en la cual se narra que el comandante fue asesinado estando en la Occidental provincia de Matanzas, exactamente en un pequeño aeropuerto matancero de aviones de fumigación, versión testimonial de Jaime Costa, comandante del Ejército Rebelde, atacante del Moncada y expedicionario del Granma, en su libro El clarín toca el amanecer.
Durante un vuelo en el que Costa y el comandante Juan Almeida, jefe de la Fuerza Aérea de Cuba, buscaban la avioneta de Camilo, Fidel Castro les ordenó aterrizar en Varadero, de donde, con Osvaldo Dorticós partieron en una caravana de automóviles hasta una finca en la Ciénaga de Zapata con una pequeña pista de aterrizaje para avionetas de fumigación.
Costa vio un Cessna-310, igual al de Camilo, aparcado en un rincón de dicha pista: Camilo habría aterrizado allí (según el capitán Eliecer Grave de Peralta) pues de regreso a La Habana Fidel le informó por radio que lo esperaba allí.
Desde una casa próxima, Costa y Almeida escucharon toda la noche discusiones entre altos mandos (Fidel, Raúl, Dorticós, Ramiro Valdés) y Camilo. Sobresalían las voces de Fidel y de un Camilo que se defendía de las acusaciones de traidor a la Revolución. Cada cierto tiempo entraban y salían gente de la reunión.
Avanzada la madrugada escuchó disparos y luego vio trasladar el cuerpo inerte de un hombre en camilla hasta el avión aparcado y luego a varios hombres prender fuego al aparato no dejar rastro.
A pesar de que estas declaraciones están contadas por una persona que estuvo ahí en el momento exacto, solo muestra esto, es decir, su palabra. No presenta pruebas materiales del hecho.
Y es que mientras la desaparición física de Camilo continúe siendo un caso abierto en la historia de Cuba, su figura seguirá acumulando incertidumbres, títulos y leyendas: el hombre ‘de la sonrisa ancha’ o el ‘sombrero alón’, el ‘Señor de la Vanguardia’, el ‘Héroe de Yaguajay’, el pelotero jaranero, bailador y mujeriego; el competidor más carismático de Fidel, el enemigo más enconado de Raúl y el Ché, el mártir más oculto y sangrante de la Revolución.