Uno de los humoristas cubanos más importantes del siglo XX fue Carlos Ruiz de la Tejera, quien personificó una obra inteligente y sutil, altamente arraigada en la idiosincrasia del cubano, la que le propinó una muy exitosa carrera.
Habanero de nacimiento y de pensamiento, Ruiz de la Tejera vino al mundo el 4 de agosto de 1932. Incursionó en el arte como profesión en la década de 1960, cuando llegó al Conjunto Dramático Nacional.
Se dió a conocer principalmente por su inserción en el Conjunto Nacional de Espectáculos, junto con artistas como Sara González, Natalia Herrera o Tatica del Valle.
Ya siendo una figura ampliamente conocida y respetada en la industria del humor cubano, se unió al Movimiento de Jóvenes Humoristas cuando el Conjunto Nacional de Espectáculos desapareció. Llegó luego al Centro Promotor del Humor.
Este maestro de la comedia no era físicamente agraciado, nada agraciado (como él mismo reconocía en sus monólogos), pero este rasgo nunca resultó ser un impedimento para desarrollar plenamente su carrera y su vida, pues lo que le faltaba en belleza, le sobraba en carisma.
Ruiz de la Tejera fue un artista desde todas las acepciones de la palabra, pues, más allá de ser un célebre humorista, fue un brillante actor y guionista.
https://youtu.be/dhFmO3s8uMU
Formó parte del elenco de las joyas de la cinematografía cubana «Las doce sillas», «La muerte de un burócrata» y «Los sobrevivientes», del famosísimo y magnífico director Tomás Gutiérrez Alea («Titón»).
Su humor era intelectual, consciente, didáctico, culto, a la vez que refrescante y novedoso. En sus espectáculos mezclaba chistes germinados de su vasta cultura con canciones y poemas.
Sus funciones y giras se atiborraban de público, siendo algunas de sus más recordadas: «Cantos de amor y vida», «Amor de ciudad grande» y «Carlos Ruiz de la Tejera en concierto».
Nunca se burló de nadie sobre un escenario (excepto de él mismo), y mucho menos del público, pues lo respetaba demasiado como para caer en tales crueldades y vulgaridades.
Fundó, en conjunto con Tatica del Valle, su peña en el Museo Napoleónico en el año 1992, para aliviar las penas con unas risas.
Muchísimos importantes exponentes de la cultura nacional surgieron de ese espacio, el que se convirtió en todo un hito del arte cubano, un proyecto cultural reconocido y celebrado.
Falleció el 3 de julio de 2015 a los 82 años de edad, y dicen que se despidió de este mundo con un rostro risueño.