Remitiéndonos al libro “La Historia del Automóvil en Cuba», de Orlando A. Morales Pulido”, el primer auto que prestó servicios de taxi en Cuba fue un Cadillac que circuló por las calles de la localidad habanera de Guanabacoa, el 19 de mayo de 1907.
En 1912 comienzan a llegar los autos de la marca Chevrolet y un año más tarde lo hicieron los de la Ford, su eterno rival en el mercado local. La industria, que tenía su principal centro productor en la ciudad de Detroid, convirtió a La Habana en su principal polígono de prueba de sus carros.
Algunas fuentes señalan que para 1910 circulaban tan solo en las calles habaneras unos 4000 vehículos motorizados y en 1922 ya superaban los 20.000.
Ya en 1919 Cuba se había convertido en el mayor importador de autos en América Latina y, como mismo pasó con numerosos renglones de la economía caribeña, la Isla se convirtió en el principal importador de la industria automovilística de su vecino del norte.
La rivalidad entre las principales marcas en el mercado cubano hacía que tanto publicistas como agentes de ventas tuvieran que dar lo mejor de sí para cerrar una venta. Chevrolet se la daba de ser la marca más popular entre los isleños, a la que seguía la Ford, que se comercializaba a menor precio.
La publicidad rival caracterizaba a Ford como las siglas de “Fabricación Ordinaria y Reparación Diaria”. No obstante, la batalla por los consumidores de alto poder adquisitivo no se libraba solamente entre Chevrolet y Ford, ya que también se encontraban luchando otras marcas como Buick, Plymouth, Oldsmovile y Pontiac, entre otras.
De estas otras la preferida entre los habaneros era el Buick, cuyo slogan era repetido hasta el cansancio por la radio, diarios y revistas: “Usted si puede tener un Buick”.
La Habana se fue llenando de lujosos centros de venta de automóviles, con salones que contaban con inmensas vidrieras iluminadas. Uno de los medios más recurridos y asequibles era la posibilidad de hacer los pagos a plazos.
El apogeo del automovilismo en la mayor de las Antillas montado sobre las preferencias arancelarias y el apetito de una sacarocracia vinculada a Washington permitió que en 1940 la sucursal habanera de la Ford arrebatase a Panamá el control sobre todas las agencias de esa marca en Cuba.
En 1958 Cuba ya figuraba en el sexto escaño entre los países con un mayor promedio de automóviles por habitante, ubicándose detrás de Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Venezuela y Alemania Occidental.
En 1959 por las calles, carreteras y avenidas cubanas circulaban cerca de 200.000 autos, la mayoría de los cuales eran “americanos”, como solía decirse en aquel entonces.
A los encantos naturales de La Habana se sumaba un colorido espectáculo automovilístico, el cual constituye actualmente una especie de museo rodante al aire libre. Con el paso de los años los cubanos se vieron obligados a dejar volar su ingenio y echar mano a numerosas triquiñuelas mecánicas para no dejarse vencer por las dificultades y que sus autos siguiesen dando guerra pesar a las dificultades técnicas y financieras.
En la actualidad, tanto los carros nuevos como de segunda mano se encuentran fuera del alcance de la mayoría de los cubanos. Y es que una vida no alcanza para acumular en las condiciones de Cuba los astronómicos precios que impone el desproporcionado mercado tanto estatal como privado.