Cuando Osvaldo tuvo en sus manos esta jicotea siamesa, no cabía en su asombro al ver las dos cabecitas asomando de un mismo carapacho. Al momento se convirtió en la atracción de toda la zona donde el vive en Pinar del Río y rápidamente llegaron algunos «interesados» que hasta ofrecían 100 dólares por comprársela.
Según recuerda Osvaldo, en una ocasión se encontraba sacando lombrices junto a su hijo Osmany para salir de pesca, cuando en la orilla de la micropresa Zanjanal, hallaron a esta peculiar sorpresa de la naturaleza.
“Al principio pensé que se trataba de una jicotea común y corriente, pero cuando me acerqué vi que tenía dos cabecitas. Le comenté a mi hijo que de seguro en la zona había más huevos, pero si seguíamos escarbando terminaríamos por echar a perder el nido. Así que no trasladamos a otra zona a seguir sacando lombrices”, recuerda Osvaldo.
“Al llegar a casa me dispuse a lavarlas cuidadosamente y luego las coloqué en un recipiente con agua. Yo pensaba que no llegarían a salvarse, porque me daba la idea que no estaban aún en tiempo de eclosionar. En la parte de abajo del carapacho tenían una mancha amarilla que al parecer era la conexión con el huevo”, añadió.
La noticia de las tortugas siamesas rápidamente comenzó a esparcirse por la comunidad y comenzaron a llegar diariamente a la casa muchas personas para verlas y tirarles fotos.
El curioso reptil de dos cabezas, cuatro patas delanteras, dos delanteras y dos colas, no tardó convertirse en una de las principales atracciones de la zona, llevando incluso a que varias personas se acercaran a proponerle a Osvaldo que se las vendiera, ya que estaban dispuestos a pagar hasta 100 cuc.
“Uno me dijo que le cambiaba por un cocodrilo, otro, por un reloj, y no poco me han preguntado qué cuanto quiero por ella; pero que va, yo no la vendo”, comentó en una ocasión.
«Yo le he preguntado a los pescadores más viejos, y me han dicho que nunca habían visto esto», dice y en efecto, se trata de un fenómeno poco común, sobre todo porque los ejemplares con esas características no suelen sobrevivir en su hábitat natural.
Osvaldo confiesa que al verlas tan chiquiticas e indefensas les fueron tomando cariño y que quizás en algún momento las donen a un acuario o a alguna institución que se dedique a su cuidado. Sin embargo, asegura que, para ellos, no tienen precio.