El célebre actor cubano Miguel Navarro falleció el 11 de enero de 2002 y su asesinato continúa impune de la justicia, pues fue llevado a cabo (de forma totalmente gratuita) por parte de unos malhechores, aunque las circunstancias nunca fueron explicadas o abiertamente divulgadas.
El rostro de grandes obras de la cinematografía cubana como “El naranjo del patio”, “Cecilia Valdés”, “Algo más que soñar”, “El conde de Montecristo”, “Un hombre de éxito” y “La vida de Carlos J. Finlay”, fue hallado sin vida en la bañera de su residencia, ahorcado y con marcas faciales de un navajazo.
Siempre se ha pensado que la causa del asesinato fue la muy abierta forma con la que el actor trataba su homosexualidad. La prensa internacional se apresuró entonces a divulgar distintas versiones del siniestro, pero coincidiendo en que el motivo del homicidio fue su orientación sexual. El oficialismo cubano, sin embargo, no se pronunció al respecto.
Más tarde, fue publicado un obituario bastante impreciso, alegando causas vagas e inmencionables. Su muy horrible deceso fue reportado por uno de los periodistas más homofóbicos de Cuba en el momento, quien manipuló la información dada sobre el suceso como le vino en gana, desacreditando a un actor que no fue otra cosa sino un magnífico artista.
El hallazgo del cadáver de Roberto Garriga, director televisivo y eminente profesional que dio vida a clásicos como “Doña Bárbara”, “Sol de Batey”, “Las impuras”, “El alma encantada” y “Médico de Guardia”, sucedió el 22 de septiembre de 1988. También fue asesinado en su vivienda, ubicada en la calle Paseo entre 23 y 25, en El Vedado, por mano del hijo de su amante de muchos años. Sin embargo, el mismo juego de desinformación se llevó a cabo.
En ambas situaciones, se trataron versiones que abordaban crímenes pasionales, por lo que este detalle nunca llegó a figurar en los titulares informativos pues, de lo contrario, tendría que admitirse que dos personalidades de prestigio de la pequeña pantalla cubana no se perdieron por vejez o enfermedad, sino en escabrosas circunstancias. Lo normal para la prensa cubana en caso de decesos sospechosos es brindar información leve o nula.
La versión íntegra del fallecimiento es desconocida por casi todos los lectores cubanos y la verdad de lo que le sucedió a Miguel Navarro y a otros artistas quedará, por tanto, purificada, tirada al silencio, blanqueada de la memoria pública para que toda figura de renombre en la isla quedé en buena posición en función de mantener un cierto estándar moral.
Solo queda esperar que un día pueda conocerse la información clara y por una vía legítima, no solo de este caso, sino de todo lo que debe ser conocimiento público, y no por motivos morbosos, sino porque la población tiene derecho a saber, en este caso, qué le pasó a una figura tan querida y popular.