La compañía farmacéutica cubana Labiofam hizo un polémico anuncio hace unos años sobre el lanzamiento de dos fragancias acuñadas con los títulos «Ernesto» (Che Guevara) y «Hugo» (Chávez).
Los proyectos fueron censurados poco después y muchos pensaron que detrás se estacionaban los intereses comerciales de ambas familias de conocidos personajes. Cabía la posibilidad de que se tratara de una especie de querella por los derechos de comercialización de un producto del Che.
Primeramente, la productos con la imagen del guerrillero argentino son los souvenirs más vendidos de Cuba, por lo que es más que entendible que el Gobierno quiera sacar el mayor provecho posible a su muy popular simbología.
En segundo lugar, el que era director de Labiofam en ese momento, José Antonio Fraga Castro (sobrino de Fidel), no fue destituido de su cargo inmediatamente después, pues si hubiera sido una persona no relacionada con el Comandante, esto de seguro hubiera pasado.
Por último, los familiares cubanos oficiales del Che han estado desligados al Gobierno desde que la viuda, Aleida March, decidió administrar personalmente los derechos de autor de su difunto marido y beneficiarse (ella y su hija) de ellos sin reportar ganancia ni al mismísimo Fidel Castro. Ya la viuda había quedado con mala fama a percepción del Gobierno por haber admitido años antes su convivencia con un antiguo miembro de la escolta del Che.
Aleida March creó el Centro de Estudios «Che Guevara» como un especie de disfraz para enmascarar su faceta como empresaria y las exorbitantes ganancias que lucró con lo que empezó siendo solo la comercialización de escritos e imágenes de su esposo a editoriales europeas a principios de los años 90 (debido a la crisis económica), y que se ha desenvuelto en un negocio formidable.
El lujo del Centro Che Guevara (en la exclusiva barriada de Nuevo Vedado, justo frente a una de las casas de la familia Guevara March), permite sospechar el monto de las ganancias de una empresa próspera cuya mercancía está compuesta por una terrible sombra.
Fidel, debido a su rencor hacia Aleida, nunca permitió una inauguración oficial de la entidad y la mantuvo alejada de las instituciones académicas y de los eventos relativos al Che. Pese a que sí es legal, no es oficial. Fidel, sin embargo, sí autorizó la construcción de su sede y dio ciertas libertades en la comercialización de las artesanías.
Ignorando un célebre misiva con fecha de 1965, en la que el Che renuncia a sus cargos en el Gobierno declara que no lega ningún bien material a su mujer y sus hijos, las autoridades revolucionarias otorgaron ciertos privilegios a la familia, en parte para compensar que no se le haya consultado a la viuda los detalles del destino final de los restos de su esposo.
Hace unos años hizo revuelo una polémica entre Aleida Guevara March y los miembros del grupo político latinoamericano Revolución o Muerte, quienes publicaron en su sitio web el texto íntegro de Apuntes críticos a la economía política. En aquella ocasión, esgrimiendo un discurso bien agresivo con amenazas de fuertes demandas internacionales, la hija del Che reclamó la exclusividad de los derechos de comercialización y hasta hizo una apología de la editorial Ocean Sur, a quienes han “rentado” por un tiempo una buena parte de la papelería e iconografía del Che.
Las constantes giras mundiales que realiza Aleida Guevara March para la presentación de los libros de su padre son equiparables a los programas de actuación de una diva de la escena.
Una línea de perfumería, giras internacionales para las presentaciones de los libros del difunto guerrillero, y muchos otros negocios pueden hacer un cálculo superficial de la influencia política y las buenas ganancias que genera esta familia a costa de la memoria de un combatiente icónico.